>

Blogs

Ana María Tomás

Escribir es vivir

GORDA, SÍ ¿QUÉ PASA?

 

 

A ver,  ¿por qué tenemos que hacer ejercicio para tocarnos la punta de los pies? “Si Dios hubiera querido que nos las tocáramos los habría puesto más arriba”. Frases graciosas sobre lo absurdo de matarse haciendo ejercicio para llegar a la tumba en un excelente estado de salud inundan Internet y pueden arrancarnos una sonrisa fácilmente.

Una de mis favoritas es: Me encantan las caminatas largas, sobre todo cuando las hacen personas que me molestan. No obstante, con ejercicio o sin él, la llegada del verano pone a prueba la capacidad femenina a resistirse al control remoto que, sin saber muy bien de dónde nos viene, atenaza nuestros cuerpos negando, castigando y expiando apenas unos kilos de más de los que las normas de la escualidez y la estupidez marquen.

Que se sepa, son ya cuatro las mujeres que están en coma por culpa de “un médico” que recetaba veneno disfrazado de pastillas para adelgazar. “Un médico”, así, sin más, dicen las noticias. No colocan su cara y el nombre en pasquines, y lo pegan por toda la cuidad como se hacía en el lejano oeste con los tipos peligrosos, por más que este tipo lo sea. Estamos hartas de recomendaciones en las que se nos indica que no se nos ocurra hacer régimen por nuestra cuenta para eliminar esos kilos de más (que a ver qué autoridad tiene quién lo dice, que esa es otra), que vayamos al médico y nos dejemos aconsejar por él. Pues menos mal… que no son todas las mujeres las que se dejan aconsejar por el médico porque, con médicos como el pastillero, no necesitamos asesinos a sueldo.

Es deprimente comprobar la inmensa, la iiiiinmensísima industria que hay detrás de toda la manipulación y el sometimiento al cuerpo de la mujer. Una industria de sinvergüenzas que se está haciendo rica a consta de las miserias de los demás. Ya sabemos, cada vez más, que cuando se es feliz y se está contenta, dentro del cuerpo no se necesita nada. Pero eso hace mucho que lo saben los monstruos que manejan las almas, los cuerpos y el bolsillo de nuestra sociedad de consumo, así que se empeñan en torturarnos y en que nos rechacemos a nosotras mismas por estar rotundas y saludables. Todas las mujeres nos vemos con sobra de algunos kilos, desde un par de ellos hasta un buen número de los mismos. Y, si hay alguna que, por genética, deporte o hambre se vea bien, ya hay quienes se encargan de eliminar ese bienestar e inyectarle el resquemor de que le faltan tetas o le sobra culo. Y las mujeres, como toricos, entramos al trapo sin pararnos a pensar qué relación tenemos con nosotras mismas, por qué hacemos determinadas cosas  que sabemos con seguridad que nos dañan físicamente, o qué sentimientos nos mueven a hacer disparates como entrar una y otra vez al quirófano a ponernos o quitarnos lo que en cada momento marquen las tendencias ideadas por algún hijoputa desocupado.

 

Es indecente, de vergüenza, vamos,  ver las fotos de los anuncios del “antes” y el “después” de algún régimen o producto milagroso. Y lo peor es que todavía habrá quien se las crea, quien vea una gorda y una flaca en lugar de ver una manipulación del copón de photoshop, o Lourdes directamente.

 

Hace relativamente poco que parecía que las cosas iban a tomar otro camino, y se comenzó a respetar a las modelos con un mínimo de carne en los huesos y a promocionar artículos para mujeres reales. Pero el cuento ha durado poco y toda la canalla diseñadora que se autodenomina “alta costura” ha vuelto a la carga con modelos esqueléticos. Todo lo que nos rodea nos envía mensajes que nos obligan a mostrar una anatomía escuálida, más que delgada, paupérrima, y todo para ser capaces de meter nuestros huesos en unos, cada vez más pequeños, bañadores, o pantalones diseñados para sarmientos.

Por fortuna todavía quedan mujeres que disfrutan con la comida y que mandan a tomar viento fresco al atajo de modistos eunucos que odian el cuerpo femenino sólo porque no lo poseen. Tengo la suerte de contar entre mis amigas con personas, llamémoslas “entradas en carne”, que son felices estando como están, que jamás hacen ejercicio y que se parten de risa cuando reconocen que tienen los muslos flácidos, pero, por fortuna, se los cubre el estómago.

Temas

El blog de Ana María Tomás

Sobre el autor


julio 2012
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031