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Ana María Tomás

Escribir es vivir

SANGRANTE POR DONDE LO MIRES

Una maestra pide a sus niños que hagan una redacción donde reflejen las  profesiones de sus mamás. Cada uno va exponiendo las labores maternales: abogada, cocinera, arquitecta, ama de casa… hasta que uno de ellos dice que su mamá es “sustituta”. “¿Cómo sustituta?” pregunta extrañada la maestra. “Eso no es una profesión, a ver ¿qué hace?”. “Pues trae hombres a casa y se acuesta con ellos”. Un tanto descolocada, la profe le explica que a eso se le llama prostituta, no sustituta. A lo que el zagal responde: “No, si la prostituta es mi tía, pero ahora está enferma y la sustituye mi madre”.

Bien, pues otra sustituta, esta vez de juez, concretamente la del Juzgado de Instrucción nº 21 de Madrid, “ha ordenado el sobreseimiento y archivo de las imputaciones por asociación ilícita con fines delictivos que pesaban contra Ginés Jiménez Buendía, jefe de la Policía Local de Coslada” más conocido como el Sheriff de Coslada. Es más, un auto judicial  ordena la inmediata reincorporación de este señor a su puesto de trabajo. A ver… que me lo expliquen. Porque, lo mires por donde lo mires, es sangrante. Sangrante que a Jiménez si, como dicen, “no hay pruebas necesarias que acrediten el delito” se le haya deshonrado con un descrédito que jamás volverá a recuperar por muchos encajes de bolillos policiales que haga. Y sangrante si, pese a no poder demostrarlo, fuese culpable de los asuntos mafiosos de los que le culpaban, porque, devolverlo a su puesto de trabajo, sería como poner a la zorra a guardar gallinas.

Les confieso que siempre me han admirado y preocupado, a partes iguales quienes tienen en su poder, como aquellos césares corruptos, la posibilidad de levantar el pulgar y salvar la vida de alguien o, por el contrario, dejarlo caer hacia abajo al igual que el futuro de quien estuviera pendiente de  ese gesto.

Si hace cuatro años era inocente, lo sigue siendo ahora, aunque no hubiera pruebas concluyentes para nada. Y si era culpable, lo sigue siendo, aunque haya redimido sus fechorías. Si la Justicia cree que ha pagado por su delito con cuatro años de baja de empleo y sueldo, pues muy bien. Pero no me negaran que pretender recolocarlo en su anterior puesto sin honorabilidad alguna no suena a puro esperpento, a mundo al revés, a un clamoroso “no entiendo nada” o, en plan humorístico, a “Loca academia de policía”.

Podría decirse que da igual, que ya nos da igual todo, que los acontecimientos diarios nos han producido un estómago de reptil capaz de digerir una manada de elefantes. Podría pensarse también que quién somos nosotros para juzgar a quienes por miedo no se hayan atrevido a señalar con el dedo los desmanes de un grupo de policías corruptos capitaneados por el rey del mambo de la corruptela. Podríamos pensar que toca mucho los huevos estar jugándose a diario la vida por unos pocos euros mientras se contempla, con impotencia, como se enriquecen los más sinvergüenzas y malhechores de la sociedad y… ¿por qué no se va a meter la mano al pastel…? A fin de cuentas, quién con más derecho que aquellos que luchan por mantener controlada tanta basura. Y, por supuesto, podríamos pensar que son todos inocentes y que esta sociedad tiene los ojos tan llenos de mierda que ya no es capaz de diferenciar galgos de podencos.

Sea como fuere, por mucho que le devuelvan su placa, al “Sheriff  de Coslada” -frase que ha registrado como nombre comercial ¡Manda huevos!- no le van a devolver  el honor ni la dignidad perdida, justa o injustamente, ahí, como comprenderán, no puedo entrar. Ni a todos nosotros nos van a restituir la confianza, “ésta no crece como las uñas”. Si acaso, todo esto, y como pago a tanta  inocencia perdida, nos provee de mayor seguridad: según Aristófanes: “La desconfianza es madre de la seguridad”. Pues eso. Nos iremos dando con un canto en los dientes o en donde nos pille. Total…

 

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