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Ana María Tomás

Escribir es vivir

ME LO PIDO

Lo sabía. Creo que en el fondo de mi corazón siempre he sabido que SS.MM. los Reyes Magos eran españoles. Hombre, la verdad es que me ha quedado una cierta tranquilidad que lo diga el Papa, pero lo que cuenta es que mi corazón ya me lo decía. Españoles y, para más inri, andaluces. Si es que… a poco que uno se detenga a pensar la guasa de los regalitos que le endiñaron al Niño no podía ser de otro modo. Y lo peor de todo es que sentaron precedente: que si el oro como Rey… y, claro, luego los pobres reyes de este mundo no pueden quitarse de encima a tanto yerno buscaoro. Que si incienso como Dios… y aquí, que todos queremos ser omnipotentes, omnipresentes y omniscientes, pues esnifando incienso por un tubo para terminar cantado el ommmm en re mayor. Y ya lo de la mirra como hombre… a ver… cualquier hijo de vecino sabe lo que es el oro y el incienso, ¿pero la mirra?… que vale que sea una sustancia con numerosas propiedades medicinales y aromáticas pero lo cierto es que se utilizaba para untar a los muertos, vamos para embalsamarlos. Y ¿a quién le gusta recordar eso? Si como dice la comunidad de frailes cartujos en su saludo: “Morir tenemos”, pues ya lo sabemos, leñe, pero una cosa es saberlo y otra que alguien se regocije regalándotelo en el día de tu nacimiento. Que es como si a unos recién casados les regalaran el día de su boda los gastos del divorcio. Vamos, que muy finos no estuvieron, así que es del todo comprensible que sigan sin estarlo a las numerosas peticiones que reciben de aquí y de allá. Que mucho decir que llegaron con dádivas, regalos y con dones.  Pero, ahora, los condones se compran en los supermercados y con esto de la crisis… en lugar de dejar los zapatos para que nos dejen regalos, los vamos a dejar para que nos pongan suelas. Total… es fácil comprobar que siguen tan desorientados como siempre. Será cuestión de su naturaleza masculina: ¡pero si, hasta con la estrella,  se perdieron! Claro, como ya lo hizo varios siglos atrás Moisés en el desierto ¿por qué les costará tanto a los hombres preguntar el itinerario si se han desorientado? Y, como no preguntan, pues siguen tan despistados como siglos atrás -pero no sólo los reyes. ¿Oído cocina?-.

Yo recuerdo de niña pedirles una vez y otra y otra un hermoso pepón con cabeza de cartón y que, tantas veces como se lo pedía, otras tantas ellos obviaran esa petición y me trajesen lo que les salía de sus reales… albardas.

Ahora hago un poco como con el limón cuando voy a ponérselo a la comida: aunque apunte con el mayor de los tinos hacia el plato, siempre termino metiendo limón en los ojos de quien esté conmigo, así que, apunto directamente a los ojos de mi acompañante, y casi termino echándolo sólo en el plato. Y, de igual manera, he dejado de pedir lucidez, paz, justicia, entusiasmo, bonanza económica o como diría el pueblo llano: salud, dinero y amor -y por ese mismo orden-, y voy a centrarme en pedirles un poco de locura, y un mucho rebeldía y sano egoísmo, que mucho mirar para los demás: “Ay, reyecito Melchor, que si esto o aquello para mi hijo, mi marido, mi suegra o mi tía. Y tú, Gaspar, a ver si arreglar definitivamente… lo que no tiene arreglo -que por muy magos que sean hay magias que se resisten-. O tú, Baltasar, siempre mi negro favorito   -aunque sólo sea para dorarle la píldora y luego sea uno un racista de narices-… Pues lo dicho, este año voy a pedir para mí y sólo para mí. Me voy a pedir un premio gordo que pueda quitar las hipotecas de todos los que amo. Y que mi empresa crezca y crezca con el fin de poderles dar trabajo a cuantas más personas mejor… Aunque, ahora que lo pienso, eso no sería exactamente para mí… Será posible que aquellos guasones magos andaluces, con su estudiada torpeza se hayan dedicado durante tantos siglos a hacernos ver la tan obviada conciencia de la unicidad humana o como dice Benjamin Disraeli: “El mejor regalo que podemos hacer a otro no es compartir con él nuestra riqueza, sino mostrarle las suyas”. Pues ya está, Majestades, me pido la riqueza para mí, que ya… yo… me encargaré de mostrarles a los demás las suyas.

 

 

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