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Ana María Tomás

Escribir es vivir

Hasta la náusea y más allá

Los españolitos de a pie pensábamos que ya no podríamos despertarnos con el descubrimiento de más mierda emergiendo de los alcantarillados de los que durante muchos años hemos denominado honorables prohombres, pero no es así. Por mucha imaginación que le echemos a la cosa, siempre nos quedamos cortos. Cada día, de nuevo, alguien tropieza con nuevas aberturas regurgitando podredumbre de lossepulcros blanqueados que ríanse ustedes de los ladrones más famosos de toda la historia.

¡Por Dios bendito! Pero si ya no nos cabe en la mente, ni en el estómago tanta corrupción, tanto latrocinio… ¿Cómo no vamos a estar en la ruina si todos los cuartos se lo han embolsado unos pocos? Y, además, con tanta impunidad.

Miren ustedes, con lo de Bankia es que se me han caído todos los palos del sombraje. A ver, que aquí se cumple más como profecía que como refrán el: Cree el ladrón que todos son de su condición. Pues sí, señor. Aquí ningún partido político va a poder echarle en cara a otro que ellos son los que tienen a los cuatreros porque aquí hay ladrones para tomar y dejar en todos lados. A saber: PP, PSOE, IU, CCOO, UGT, etc… gente de partidos políticos sumados al analfabetismo hecho rapacería. Veintisiete consejeros de todos los colores y leches y “casi” (que luego me las dan todas en el mismo sitio) todos incapaces de interpretar un balance de Bankia, se pusieron sueldos millonarios y, además, tarjetas fantasma ¡Fantasma! Pues menos mal que eran fantasma y solo se embolsaron entre todos más de quince millones de euros, porque, de no haber sido tan… “invisibles” sabe Dios el crujido que le hubiesen metido a las arcas.

Esto es ya Sodoma y Gomorra, vamos, que si intentaran salvar nuestra sufrida patria de la destrucción total pretendiendo encontrar una cantidad mínima de personas honestas, costaría estopa y pez poder dar los justos necesarios. ¿Exagerada? Seguro, pero esa es la visión general que se tiene de “la cosa”.

No hay derecho a que tengamos a la generación de jóvenes más preparados de nuestra historia repartidos por el mundo porque nosotros somos incapaces de ofrecerles un futuro. No es justo que los preparemos aquí y que sean otros países quienes disfruten de sus cerebros. No hay derecho a que los que se quedan aquí con varias licenciaturas, dominando muchos idiomas y rebajando su currículo estén explotados con horarios de israelitas en tierras egipcias, sirviendo copas, limpiando calles, realizando encuestas a la salida de grandes almacenes (por cierto, si se los encuentran y les preguntan, párense, escúchenlos: ustedes solo perderán un poco de tiempo y ellos, tal vez, saquen para poder comprarse un bocadillo), vendiendo artículos diversos de casa en casa para poder malvivir… Y con contratos no ya basura sino estercolero. ¡Ojo!: que todos esos trabajos son dignísimos pero para los cuales no se necesita tanta preparación ni sacrificio y esfuerzo familiar.

Los ciudadanos estamos hartos, no, más que hartos de ver publicada tanta porquería y de ver la cara de tanto sinvergüenza y que todo se quede en eso. A lo sumo un poco de cárcel, no demasiada, y a la calle a vivir como un marajá mientras el resto del mundo nos quedamos majaretas de ver cómo ningún órgano competente toma medidas contundentes y hace algo para que devuelvan hasta el último céntimo. Y si lo han puesto a nombre de Perico el de los palotes pues que se quede Perico con una mano detrás y otra delante. Que el castigo sea ejemplarizante. Eso es lo que necesitamos. Vamos, eso y que se devuelva el dinero íntegro, porque con ese dinero se podría haber paliado parte de la deuda que se ha pedido al Gobierno, en este caso por parte de Bankia, en detrimento del bolsillo de todos los españoles. Y de ahí, como una cadena, imaginen las cosas que se podrían haber hecho bien y en beneficio general en lugar de dejar abandonados o desprovistos otros sectores de la sociedad y familias en la calle por desahucios.

Imagino que la opinión internacional pensará que España es la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Para vergüenza nuestra tenemos constancia de que no solo son cuarenta.

Que no digo yo que los ladrones no tengan derecho a ir al Paraíso, como Dimas, el buen ladrón, pero, eso sí, antes un buen par de clavos en las manos, de manera disuasoria, por si se le ocurre la idea de volver a meterlas para trincar.

 

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