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Ana María Tomás

Escribir es vivir

Conjuros para políticos inexpertos

Dicen que la soledad es mala consejera. Supuestamente, porque  al no tener con quien compartir alegrías o penas, nuestras decisiones pueden estar basadas en argumentos poco objetivos. Sin embargo, cada vez que el hombre ha deseado encontrarse con lo más prístino de la espiritualidad, lo que ha hecho ha sido aislarse del mundo. Quizá porque los enemigos del alma, como ya saben los más versados en el tema son: el mundo (y no el periódico); el demonio (y no el adversario político) y la carne (y no la de pollo, precisamente). Sin embargo, yo creo que hay un enemigo mayor que vendría a ser como el ministerio que los aglutinara a los tres y que sería el “Sillonpolítico”.

Por los años sesenta corría un chiste que hablaba de unos extraterrestres que se encontraban un tricornio. Uno de ellos se lo ponía en la cabeza mientras el otro le preguntaba que para qué servía tal cosa. A lo que el interfecto le respondía: “Pues no lo sé, pero me está entrando una mala leche que te rilas” –pobres Guardias Civiles–. Y yo pienso que con el “Sillonpolítico” pasa algo así pero elevado a enemigo público número uno del alma. Ahí ya no es que el hombre busque el poder del mundo a través de la política, sino que el hombre busca a través de los poderes de la política la gloria del mundo, que parece lo mismo, pero no lo es. En cuanto al demonio… pues es fácil ver así a quienes pretendan levantar del sillón las posaderas posadas. Pero sí hay algo que manda romana en ese conglomerado es la carne. Y, quizá por aquello de que la carne de granja anda llena de antibióticos, hormonas, pesticidas… etc., será por lo que todos los esfuerzos del “pierdealmas” se dirigen a que se busque otra carne que… no vayan a pensar que está libre de los aditivos citados, sino que, además, en ocasiones, contiene hasta silicona en aquellas partes más atractivas de la anatomía. Y ahí tenemos a políticos “importantes” cruzando mares para ir hasta Canarias en busca de dicha carne. O a otros: pagando a videntes del tres al cuarto para que les hagan conjuros de amor capaces de transformar a las ranas en príncipes, aunque, por desgracia para ellos, no sólo no han dejado de ser rana, sino que les ha salido rana también la susodicha bruja. Y es que, para ciertos trabajos no hay que contratar a brujas, sino a hechiceras, aunque la frontera entre la una y la otra sean treinta años de diferencia.

Ahora, con el nuevo baile de puestos tras las elecciones, han venido a ocupar el “sillónpolítico” numerosas posaderas que, en su vida se las han visto tan gordas; posaderas que estaban convencidas de que nunca llegarían a tocar poder, listas para  rellenar listas pero no para gobernar –por cierto ¿alguno de ustedes dejaría su enfermedad en manos de alguien que no tuviera ni puta idea de medicina…?– Sin embargo, ahí estamos el sufrido pero bragado pueblo dejando nuestros destinos, en muchos puntos de nuestra geografía, en quien no tiene ni remota idea de hacer una o  con un canuto político. Pero a lo que iba, ahora, antes de que los nuevos políticos sean absorbidos por el poder del “Ministerio enemigo del alma”, alguna hechicera podría hacerles el favor de sus vidas sugiriéndoles que, aunque no han de largarse cual ermitaño para alejarse de las tentaciones, tampoco les iría mal tener sobre la mesa de trabajo, no digo yo una calavera que les recuerde la fugacidad de todo, pero sí un portátil con línea abierta a alguna hemeroteca que les ayude a situarse en esta rueda inmensa de la fortuna que es la vida en donde unos días andamos arriba y otros abajo. Así como alguna foto de la mujer que los amó desde antes de ser “importantes” para el mundo porque para ella siempre lo fueron, con el fin de recordar eso cuando alguna buscona lo busque, no por lo que es, sino por lo que tiene… en el bolsillo, claro. Y, sobre todo, algún lugar en mitad de la nada donde puedan largarse cada vez que se crean importantes o insustituibles y comprobar, junto a la inmensa grandeza de la tierra y el cielo estrellado, la grandiosa pequeñez que él supone en todo el conjunto.

De todas formas, si, pese a todo, deciden buscar brujas en lugar de hechiceras que luego no se lamenten si ellas hacen el conjuro con “sal”. No la del cloruro sódico, sino la del verbo salir.

 

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