>

Blogs

Ana María Tomás

Escribir es vivir

Por las calles azules

 

Tras un reciente episodio en el que mi corazón me atizó un toque de atención, mis amantes (aquellos que amo y que me aman) me preguntan, con cierta asiduidad, que cómo está. Y yo les respondo que ellos deberían saberlo puesto que viven en él. Ustedes y yo sabemos la diferencia entre huéspedes y habitantes, pero lo cierto es que muchos de cuantos entraron a mi corazón como huéspedes se empadronaron en él.

Los hay también que se empeñan en residir en el hígado pese a mis esfuerzos por mantenerlo libre de invitados. Imaginen ya lo que sería que se quedaran de residentes a mi pesar. Según mantiene la medicina china, en el hígado suele habitar la ira, emoción nada recomendable, pero, claro, quien esté libre de pecado que lance la primera piedra, que ya nos pueden decir que somos nosotros los dueños de nuestras emociones… pero cuando se nos pone delante un imbécil nublándonos el día… no hay dueño ni auriga que controle la caballería encabritada. Aunque una cosa es dar rienda suelta por un ratico a esa ira, dejarla fluir, tomar la brocha y un caldero de caca y untar con ella a todo bicho viviente, y otra bien distinta es dejar que el alcantarillado interior se distraiga regurgitando a todas horas la porquería.

Como el miedo es una emoción en la que, para nuestro bien, nos han educado –el miedo a morir ha sido una de las pasiones que más ha preservado la vida– y como, además, es libre y se pueden tomar cuantas cantidades de él se deseen… pues… ¡hala!, a endosarle a los riñones cantidades desorbitadas que luego no solo no me dejan vivir a mí sino que tampoco dejo a mis amores: «hija, no vengas tarde»; «cariño, no conduzcas a mucha velocidad»; «madre, ¿has ido al médico?»; «hijo, lleva cuidado cuando salgas por la noche»; que si no hagas esto, no hagas aquello que puede acarrear esta consecuencia o aquella otra… ¡Por Dios!, siempre viendo peligros reales o inventados… y ahí sí que andan como huéspedes locos entrando y saliendo, haciendo los mil metros lisos de mis riñones a mi corazón todos cuantos bullen en mi vida.

Los pulmones… más que residentes suelen padecer como visitante la tristeza de las decepciones. Y eso que me repito lo de “bienaventurado el que nada espera, porque nunca será decepcionado”. Y no es que espere demasiado de nadie, pero, a veces, se da por supuesto la lealtad en las personas, como aquello del valor que se les suponía a los mozos en la mili. Pues resulta que no. Que no hay que dar nada por supuesto, que la traición puede vivir agazapada a la espera de la orden del día y la decepción puede galopar… bueno, más bien patear los pulmones hasta dejarlos sin aire… hasta dejarlos sin resuello. Pero en esto del equilibrio entre el yin y el yang, el día y la noche… casi siempre acude en su auxilio una bocanada de aire de supervivencia que manda al cerebro el balance casi siempre positivo de quien se mantuvo en todo momento en las expectativas que tenías.

Ernesto Miracle, un poeta jumillano del siglo pasado, desconocido por muchos pero valorado por los pocos que lo conocemos, derramó estos versos: “Por las calles redondas de tus venas/ quisiera discurrir tan suavemente/ que pudiera estudiarte atentamente/ sin que notaras mi presencia apenas/ Ir a tu corazón por las amenas/ avenidas azules. Quedamente…”. Es un poema precioso que me tocó recitar en un homenaje póstumo –“la gloria de los poetas es como la del cerdo: siempre póstuma”– y que hasta el asuntillo de mi caja de cambios no había vuelto a rememorarlo. Pero ahora, cuando siento que por calles azules de mis venas transitan, suavemente o a galope, tanta persona querida y que, por mucho que se empeñen en hacerlo quedamente, no me pasan inadvertidas, vuelvo al poema y por él a los habitantes de mi corazón. Y mira que se lo digo: «Lo único que figura en tu contrato es bombear sangre»… Pero él hace mucho que se empeñó en dirigir mi vida y en obligar, no sé bien cómo, a que mis pies sigan los caminos que él marca. A sus años, se me ha hecho, más que autónomo, independentista. Va a su aire.

Temas

El blog de Ana María Tomás

Sobre el autor


agosto 2016
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031