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Ana María Tomás

Escribir es vivir

¡Crucifícalo, crucifícalo!

Los cristianos, y los que son cultos en materia de religiones, sabemos que no necesitamos de culpabilidad alguna para crucificar a quienes nos molesten por alguna razón. No es necesario que sean culpables, es más, es que pueden ser del todo inocentes de los cargos que les colgamos, porque lo que importa aquí es saciar la sed de sangre, de venganza, de enanismo mental o vaya usted a saber de qué ocultas razones. Y ahora parece que hay una buena turba que, como hace unos cuantos siglos, grita desaforada que se crucifique a Pedro Antonio Sánchez, el Presidente de esta nuestra Comunidad.

 

A mí me admira profundamente comprobar cómo hemos mandado al garete, y a que se quede allí hasta nueva orden, la presunción de inocencia. No somos conscientes de que mañana cualquier hijo de… vecino nos puede acusar de la mayor barbaridad y que todos pueden, con total derecho e impunidad,  arrastrarnos por el fango del deshonor, del insulto, de la infamia, del escándalo… antes de que nos dejen demostrar que somos inocentes o incluso impidiéndonoslo porque, según se ha hecho público, el señor Sánchez quiso comparecer en dos ocasiones, mientras se tramitaba el expediente en fiscalía, y no se le permitió. Pero ¿a qué niveles de incongruencia hemos llegado?

 

Dicen que en el amor y en la guerra todo está permitido. Yo pienso, y creo que como yo muchos ciudadanos, que los partidos políticos de diferente pensamiento son, simplemente, opuestos, discrepantes… pero no enemigos a abatir. Y se ha publicado que durante los últimos años la Justicia ha archivado dieciséis causas judiciales que el PSOE ha presentado contra el Sr. Sánchez. Esta que le reclaman ahora del Auditorio es la número diecisiete y se pretende que dimita sin poder demostrar si es o no inocente. El nombre de nuestra amada ciudad anda ensuciándose en las bocas de los telediarios sin opción alguna a la duda y miembros de Podemos recorren nuestras calles como vulgares voceros de letrinas esparciendo palabras que no conducen a ninguna conclusión: “Vecinos de Alcantarilla, Podemos les informamos que ha sido imputado el Presidente…” Si mañana alguien acusa de violador, de pederasta, de ladrón, de asesino… a algunos de los que iba con el megáfono… y los imputan ¿les gustaría que hicieran lo mismo? ¿que los publicasen aun antes de saber si son culpables o inocentes? Y ¿en el caso de que el Presidente demostrara que es inocente… volverían a salir con la bocina para decírselo a los vecinos? ¿Alguien ha pensado, no ya en el honor de la persona en cuestión, sino en el dolor terrible que tiene que suponer para su familia?

 

Yo soy la primera que quiero un presidente limpio de sospecha y, si se demostrara que ha llevado a cabo alguna acción deshonesta, no sólo sería una triste decepción, sino que apoyaría que le cayese todo el peso de la ley. Pero vamos, al menos, a dejar que sean los jueces los que determinen que es culpable y de qué delito, porque en el caso del que se le acusa, según afirman los peritos de la fiscalía, el dinero está todo invertido en el auditorio. Lo que pasa es que todos llevamos dentro un árbitro capaz de sacar el silbato y pitar falta sin el más  mínimo rasgo de empatía ante el sufrimiento y la impotencia  de quienes juzgamos sin opción al tiempo preciso para su defensa. Aunque, seguro, que son muchos los que le apoyan y creen en su inocencia; igual que también serán muchos los que se lo dirán pero “en la intimidad” por aquello de no mojarse mucho no vaya a ser que luego tengan que desdecirse. Me viene a la mente el caso de un señor que se presentó para presidente de una cofradía y al que todos los cofrades, al salir de votar, le abrazaban y le decían que lo habían votado. Bueno, pues en el recuento de votos sólo sacó dos: el suyo y el de su hijo.

 

Decía Mahatma Gandhi: “La diferencia entre lo que hacemos y lo que realmente podemos hacer, bastaría para solucionar la mayoría de los problemas del mundo”. De momento, en el caso que nos ocupa “hacemos” o andamos dándole tabanazos hasta en el carné de identidad, igual podríamos “hacer” o esperar a ver qué dicta la Justicia.

 

 

 

 

 

 

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