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Mar Peté

Desde mis tacones

Abrileando

ijAnda que no es valiente este Sabina, es el único capaz de encararse con el osado roba-abriles. Si es que hay que ser uno muy mala gente para pretender arrebatarnos este mes y largarse así, como si nada. Aunque lástima me da del que en esta vida no se haya rozado con una ráfaga inesperada de azahar hasta impregnarle todos los pordentros, ese seguro que no tiene ni repajolera idea de lo que es ir por la vida abrileando. Por eso, cuando salgo a castigarme las calorías a todo lo que doy, noto que mis pasos y mis pasiones me arrastran hasta los huertos del camino, dejo que mis rizos se enganchen y se enreden entre el azahar y me arrebato en medio de un remolino pegajoso y loquito de pétalos blancos, ¡si es que no ha nacido quien se atreva robarme a mí el mes de abril!

Con esta tontería de salir un día ventoso, el otro caluroso y al siguiente lluvioso, lo cierto es que estoy de lo más entretenidica porque como hay para todos los gustos, pues eso, que un día tiro de pañuelo al cuello, el otro el escote busca su camino y al siguiente convino las botas con lo que me da la gana, porque sí, porque el mes de abril es el mes de la rebeldía, es ese en el que hago lo que se me ocurre y lo que no me apetece lo de dejo para más adelante.

Y mira que el año es largo, pero es que hay meses que los tengo un poco desterrados. Lo confieso, yo siempre he sido de tenerle un poco de ojeriza al mes de mayo. Sí, ya sé eso del mes de las flores y todas aquellas tontunas de colegio de monjas, pero es que lo veo de un pastelón… A mí mayo me suena igual que la canción de Eurovisión, es pegajoso, repetido y cursilón. Además, lo peor que tiene es que es de lo más predecible, porque cualquiera sabe que si sales al campo, está lleno de flores; si te dejas la chaqueta en casa, esa tarde se mete fresco; si tienes una invitación, o es una comunión o una boda, jamás he vivido una fiesta de desenfreno y rock & roll en el mes de mayo. Así que, por mí, como si lo borran del mapa, pero eso sí, a mi mes de abril que no se le ocurra a nadie tocarle ni un pelo porque voy y lo fulmino.

La verdad es que ahora que caigo, es curioso, pero nunca en mi vida me ha surgido un flechazo amoroso en este mes. Debe ser que como voy tan a mi bola y con tanto subidón quizá no tenga los receptores muy predispuestos para recibir señales de alerta. También es posible que como no soy yo la única que va a lo suyo… pues claro, así no hay manera de que los planetas se nos coloquen en la línea primaveral idónea. Vale, que por mí no quede, a partir de hoy pienso ir con el detector de metales pesados en modo ON y en cuanto me piten las alarmas, me bajo un poco de mis dos palmos del suelo y saco mi artillería de receptividad. Prometo poner todos mis encantos en acción, aunque espero que la primavera también ponga un poco por su lado y que a la otra parte contratante le dé un testarazo en donde más le duela y así, mis emisores de ondas sísmicas emocionales den de pleno con su epicentro ¡y a ver qué resulta de ese terremoto abrilero!

En el fondo, tengo que reconocer que como yo soy muy poco fan de los finales, yo creo que lo que me pasa es que mi mantita del sillón aún sigue ahí y, de vez en cuando, me arrebujo en ella, cierro los ojos haciendo que el tiempo se detenga y mientras creo que aún sigo en los brazos de un invierno tardío. Hasta que de pronto me teletransporto a aquellas tardes en las que esperar tu llegada era el mejor acontecimiento del día y sobrevuelo los días de vino y rosas en los que mis risas eran tu mejor elixir de la eterna juventud. Y aunque nosotros no vamos por ahí contándolo, fue un mes de abril en el que sin palabras predecibles ni miradas pecaminosas nos prometimos guardar nuestro secreto para todos los siempres. Y ahí lo tenemos los dos escondido a buen recaudo, en ese lugar que solo tú y yo sabemos y ahí se va a quedar hasta que el aroma del azahar nos lo vuelva a susurrar y entonces, sin buscarnos y sin decirnos, una ventolera de un mes de abril cualquiera nos envolverá tanto que va a ser imposible desenredarnos. Y todo volverá a tener sentido y jamás podrá nadie robarnos de nuestro corazón un amor que abrilea más que mayea.

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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