Hasta donde me llega la memoria nunca había podido entender lo del 40 de mayo y la saya y, mucho menos, lo había podido vivir en mis propias carnes. Por estas tierras las sayas, los ligueros y todo lo que se pueda, nos lo quitábamos hacia el 40 de abril y no nos lo volvemos a poner hasta el 40 de octubre, como poco.
Ya me puedo morir tranquila. En un futuro lejano le contaré a mis nietos que hubo un año en el que hasta bien entrado el mes de junio aún tuvimos una colchita fina a los pies de la cama y que en aquel lejano tiempo hasta teníamos que salir al atardecer con una rebeca por los hombros en vez de con un abanico a todo lo que da la velocidad de una mano. Lo cierto es que ha sido bonito mientras duró, pero para bien o para mal, aquí están ya los calorines, dispuestos a darlo todo y yo estoy aquí atrincherada, esperándolos con el mando del aire acondicionado bien sujeto como si fuera la espada de Star Wars para combatir la guerra que nos espera en el lado oscuro del verano.
La verdad es que esta larga primavera yo la he aprovechado la mar de bien. Porque como no tenía que estar agazapada detrás de las persianas esperando a que refrescara, me he dedicado a pasear mi palmito mañana, tarde y noche. Y claro, con tanto entrar y salir, y de tan poco recogerme, pues eso, que los días me han lucido que daba gusto y resulta que, he de reconocer, que me ha cundido y mucho. Tengo al que me piropea y al otro que me hace ojitos y yo, para qué negarlo, ¡encantada de la vida! La cosa es que hay uno en particular que me hace más tilín que otros y me consta que yo a él le hago tilín y también tolón. Y me llama y yo se lo cojo. Y me invita y yo acudo. Y me habla y yo le escucho y hasta a veces le contesto.
-Claro, como vas tan sobrada, todavía te queda cuerda para hacerte la estirada con el prenovio ese del tilín tolón.
-Yo voy mucho más escasa de lo que te crees, pero mientras no me empuje el corazón a lanzarme rodando hasta sus brazos, lo mejor es usar la cabeza en lugar de los pálpitos engañosos.
-¿Es que no te gusta?
-Más que unos Manolo Blahnik. Por eso mismo, mejor así- le respondo convencida.
Mi lema es: “Trata al que te gusta como al que no te gusta y ya verás”. Y con este himno por bandera los patinazos son más suaves y, en cambio, los envites son muchísimo más fogosos. Que la cosa va pa’lante, pues todo preparado y en sus puestos porque propulsión no va a faltar. Pero vamos, que esto es más antiguo que mi abuela. Nada como saber dosificarse, nada como soltar y recoger el sedal sin dejar que se tense el hilo, pero tampoco dejando escapar la presa. Aunque ojo, me tengo que andar con mucho cuidadín, no vaya ser que al final sea yo la pescada y el que esté tirando del anzuelo, sea el contrario. Una de cal y otra de arena, una de sí y otra de no, una de voy y otra de ya veremos…
Y en esas estoy. Porque el dilema no es cualquier cosa. A ver, ¿es conveniente a las puertas de las vacaciones arrebatarme con una aventura? ¿Estoy preparada para dejar pasar un posible amor de verano a cambio de uno del 40 de mayo? ¿Sonarán igual los saraos de chiringuito abrazaditos los dos en lugar de darlo todo con un mojito en una mano y en la otra unas risas coquetas? Mientras sí y mientras no, decidido, yo a seguir mareando la perdiz que me lo estoy pasando como pez en el agua.
-Lleva cuidado que en el mar hay muchos peces de colores, no vaya a ser que oiga cantos de otras sirenas y se acabe cansando de que tu musiquilla le lleve a la deriva y sin retorno.
Efectivamente, en ese punto está la diferencia entre la tontiloca y la listiloquilla. Entre la que es puro corazón pasando todo por el chichi, según le enfurezca más o menos la pasión y la otra. La que le deja hacer y mandar a la cabeza para que así el corazón y el chichi pasen por la centralita antes de venirse arriba y luego ya no tenga remedio terminando todo en lagrimillas.
Dicen que el 50 es un número redondo, que todos tenemos un antes y un después en nuestras vidas. Así que, decidido, el 50 de mayo, si el del tilín tolón anda aún por aquí… me toca un veranillo de pasión y amorío.