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José Hernández

El salto del grillo

Crónicas negras

Anochecía y llovía intensamente, cuando Pablo el Jaro regresaba a casa con el sobre de la paga. Al doblar la esquina traidoramente un individuo se le abalanzó blandiendo una enorme navaja pidiéndole el dinero.

Pablo se resistió y aquel le lanzó varias puñaladas cayendo moribundo sobre un gran charco de agua.  Pero antes de recibir la última cuchillada, balbuceando le dijo, ¡las pompas serán mis testigos!,.

El atacante cogió el sobre y, riendo, se alejó pensando en la estupidez que le había dicho.

Una lluviosa mañana, Pedro el Lagartija, que así apodaban al criminal, sentado en la barra de la taberna perdía la mirada en el charco de agua que había en la puerta y con gran sorna y chulería le dijo al tabernero.

–  Hoy hace diez años en el vecino pueblo me cargué a un tío y me dijo antes de rematarle que las malditas pompas de agua serían sus testigos, ¡será gilipollas!

Al día siguiente el tabernero comunicó a la autoridad competente el criminal suceso.

 

Cuando llueve Pedro el Lagartija se asoma al ventanuco de su celda y con la mirada loca y como ausente contempla las malditas pompas de agua que se forman en el gran charco del patio.

 

Murcia a 14 abril de 2013 —   El Salto del Grillo

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Rincón para las palabras pequeñas y bonitas

Sobre el autor

Gusto de narrar mi entorno más inmediato, con frases pequeñas y bonitas.


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