La escarchada mañana no impide mi cotidiano paseo por la mota ribereña. Evocando pasados recuerdos festivos: las comparsas de carnaval, la Semana Santa y las Fiestas de Primavera, que desgraciadamente hace dos años que no disfrutamos por motivos pandémicos.

Al pronto, y observando los plumíferos residentes del río, me viene a la mente un ave viajera que no es de la zona: el albatros.

Con tus largas patas te posas en el espigón de poniente, cruzas el océano en busca de tu fiel pareja, que allí te espera, y poder gestar tu único descendiente.

Pero la desgracia llegó. Comiste del plástico que el mar te servía creyendo ser un calamar. Repitiéndose la muerte por ingestión de un bello ejemplar en vías de extinción. Desde la lejanía, tu pareja, observaba tu lenta agonía.

Esperaba que pudieras alcanzar las costas del lejano oriente, aparearse y pasar el largo invierno en estos cálidos lugares. Al final, sola intentará regresar, sabiendo que no logrará llegar y morirá en soledad

La familia tenemos la oportunidad de cruzar el salón o las calles del Malecón y estar con nuestra pareja hasta el alba, sin riesgos, permaneciendo el tiempo que queramos (bueno, ahora con permiso del coronavirus). Y en lugar de plástico, ingerimos absurdas escusas que complican y alteran nuestro vuelo.

Vivimos en una sociedad ruidosa, que nos sumerge en una absoluta soledad, incluso estando rodeados de gente te sientes excluido de esta. Sientes que no te necesitan, puedes desaparecer y quizás no te echen de menos, que es la soledad que más daño hace. La vejez es el momento más probable en el que se puede experimentar la soledad. Esta etapa de la vida va acompañada de una sucesión de pérdidas: su ciclo laboral, el status social, el cónyuge, alguna discapacidad… que propician un estado de aislamiento y un miedo insuperable. También el resto de la sociedad puede verse incluido en esta problemática, sobre todo por la pérdida de trabajo, conflictos familiares y la separación. Todo ello puede desembocar en un voluntario alejamiento de su mundo.

En un reciente artículo el profesor Juan Carlos Solano vaticinó que la próxima pandemia podría ser la soledad y la bajada de nivel y esperanza de vida.

Y añadiría, quizás, la siguiente la muerte de millones de personas, además de variadas especies de animales por el acelerado cambio climático. Si los países y grandes empresas no reaccionan y restringen sus emisiones, así como la multitud de vertidos, de todo tipo, a nuestros mares.

Como decía el sabio indio, Hantunm, “¡en nuestras manos está que viva o muera el pájaro, en este caso, la humanidad actual y sobre todo futura!”

Murcia, 17 de febrero de 2021