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Pedro Alberto Cruz

En tierra de nadie

Mis cinco bocados favoritos de Murcia

Estos son mis bocados favoritos de Murcia al menos durante los últimos 6 meses. No hay criterios objetivos, solo emociones, estados de ánimo, subjetividades deglutientes…

Sashimi de mújol en su hueva (Restaurante Enso Sushi). La redención sublime de un pescado como el mújol, tantas veces tratado como un paria de la gastronomía. Una auténtica rebelión de los sabores modestos refrendada mediante una ralladura de hueva y pan, que actúa como una veladura exquisita, que transparenta los aspectos más lejanos y tímidos de la carne de mújol. Insuperable.

Tartar de salmón con recuerdo murciano (Restaurante Kokoro). Sobre el bloque de salmón, oliva negra y granizado de tomate. Adictivo. La textura crujiente del granizado cose cada centímetro del desorden. Su apariencia es la de una “arquitectura deshecha”, que otorga coherencia a la mezcla mediante un efecto refrescante del que el paladar nunca se cansa.

Empanadillas samosas con salsa picante (Restaurante Pepita Pulgarcita). Objetivamente la masa crujiente es fina; subjetivamente se trata de algo ingrávido. La maldición de los menús étnicos suele ser su demasiado exotismo, su excesiva carga semántica. Aquí no sucede eso: mojadas en la sala picante, cada samosa de Pepita reenvía a un sabor sencillo, natural, sin arquetipos ni atributos gravosos.

Mini hamburguesas de sepia (Taberna La Ermita). Sencillamente la mejor mini hamburguesa de Murcia. Una tapa que seduce por la honestidad con la que expone su sabor. En frases cortas. Con una sintaxis cotidiana y hasta prosaica que seduce por su espontaneidad.

Arroz con trufa y queso roquefort (Restaurante El pollo rockero). El Pollo es un inventor de pequeñas tecnologías mediante las cuales lo evidente es mínima, ligeramente desbordado por un exceso de sabor que te deja perplejo. Es un sabor incuantificable, sin lógica, disidente, maravilloso. Añade un punto de oscuridad a lo claro. Como el tatuaje a la piel. Tal cual el Pollo.

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Sobre el autor

Detesto las sumisiones ideológicas, el pensamiento unidimensional, lo políticamente correcto. La disidencia no tiene hogar. Si no está a la intemperie, en cueros, vagando de un lugar para otro, es una estafa. Entre los territorios establecidos y sus patriotismos de pacotilla, una estrecha e inhóspita franja sin identidad: la tierra de nadie.


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