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Pedro Alberto Cruz

En tierra de nadie

Los Oscar y la industria del arquetipo

En general no me interesan los Oscar. Las dos o tres noches que a lo largo de mi vida me quedé despierto para verlos están clavadas en mi memoria como “errores de adolescencia”. Salvo contadas excepciones, basta que un filme sea galardonado para sospechar de su calidad. Los Oscar siempre me han parecido una razón para huir, no para acudir. Pero, con todo ello, hay algo en la edición de este año que me ha llamado la atención: el “mini-boicot” de algunas figuras por la ausencia de actores negros en las listas de nominados.
Y la pregunta es: ¿qué esperaban? Hollywood es la quintaesencia del modelo de individuo hegemónico contemporáneo: blanco, hetero y occidental. Desde sus albores no ha habido mayor maquina que la de Hollywood a la hora de inculcar prejuicios raciales, de género, de clase. Así ha sido, así es y así continuará siendo. Los actores negros solo interesan cuando desempeñan papeles exóticos o cuando interpretan roles de blancos; gays, lesbianas y transexuales solo pisan el cine indie o, en su defecto, para aportar un tono carnavalesco y excesivo a una superproducción. No existe normalización. Hollywood no la tolera. La base de su industria es explotar económicamente el racismo, el machismo, la homofobia, el nacionalismo rancio…
Conocido es el ensayo que Laura Mulvey consagró al análisis de los papeles interpretados por las actrices en el cine clásico, y cómo, en realidad, cada uno de ellos respondía a arquetipos construidos por la líbido masculina y su necesidad de objetualizar sexualmente el cuerpo de la mujer. A nadie se les escapa, igualmente, que el discurso mantenido por Disney desde Blancanieves hasta la actualidad es completamente fascista, y que, quizás por la necesidad de maquillar la violencia sistémica de sus productos con algo de corrección política, han ideado heroínas como las de Brave o Frozen, a las que no se les conoce ningún príncipe encantador, musculado y blanco, dispuesto a perpetuar la estructura patriarcal higiénica de occidente. Pero la industria es la industria –es decir: la demostración de que la economía solo se concibe como una insistencia en los arquetipos. Porque los arquetipos tienen el color de los dólares.
Pero, a pesar de ello, disfrutemos de esta falta moderada de pluralidad porque por el horizonte asoma el tío Donald Trump, y referentes como John Wayne o Charlton Heston nos van aparecer activistas pro-derechos humanos comparado con lo que se nos avecina.

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Sobre el autor

Detesto las sumisiones ideológicas, el pensamiento unidimensional, lo políticamente correcto. La disidencia no tiene hogar. Si no está a la intemperie, en cueros, vagando de un lugar para otro, es una estafa. Entre los territorios establecidos y sus patriotismos de pacotilla, una estrecha e inhóspita franja sin identidad: la tierra de nadie.


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