La dignidad de lo anacrónico
El principio fue brechtiano: David Summers salió al escenario y, tras cantar el primer tema, se dirigió a todos los asistentes en la forma de “¡¡¡buenas noches chicos!!!”. Aquel saludo generó una repentina toma de conciencia por parte de un público que, en ningún caso, descendía de los 40 años. Cuando uno va a un […]