Manuel Benítez “El Cordobés”, que tiene actualmente 76 años fue, sin duda, un torero innovador – tremendista le llamaban los críticos amantes del toreo clásico – que revolucionó la fiesta en la década de los 60, a base de un valor que enardecía a sus numerosos seguidores con su peculiar salto de la rana,
Pero el salto de la rana (leapfrogging) del que me quiero ocupar hoy no tiene nada que ver con los toros. Con este término se suele designar ahora a la adopción de tecnologías, como la de los móviles (smartphones, tablets,…), sin haber pasado necesariamente por las etapas anteriores en la evolución de estos productos tecnológicos, como la telefonía fija y el acceso a Internet por medio de un PC.
Esto está ocurriendo ahora mismo en algunas zonas de Africa, donde, sin haber pasado por el uso del teléfono fijo y del PC, los servicios on line a través del móvil (sanidad, educación, banca móvil, lucha contra las medicinas falsas,…) están experimentando un crecimiento significativo.
En Indonesia, la falta de información por parte de los ciudadanos fue un factor que contribuyó al elevado número de víctimas del devastador tsunami de 2004. Desde entonces se ha disparado en Sumatra la demanda de móviles y el uso de redes sociales.
Normalmente las innovaciones tecnológicas surgen del mundo desarrollado y las van incorporando, en la medida de sus posibilidades, el resto de países. Sin embargo, en la actualidad, por mor de la crisis que está azotando a las economías más pujantes y cuyos efectos se están exacerbando en los países menos desarrollados se está produciendo un curioso efecto de innovación en el proceso clásico de génesis de la innovación: la bidireccionalidad.
En la base de esta tendencia está la cultura de innovar para conseguir calidad a bajo coste. El dicho “la necesidad agudiza el ingenio” y la clásica demanda del producto “bueno, bonito y barato” parecen reflejarse ahora bajo nombres tan sonoros, y matizables, como los de INNOVACION INVERSA, innovación guiada por restricciones, innovación barata, innovación de la pobreza o incluso innovación frugal.
Aquí cabe la adaptación de productos de éxito consolidados en los países desarrollados para su venta en mercados como el chino o el indio, con potenciales millones de clientes, pero de bajo poder adquisitivo. Lo que se pretende en estos casos es la simplicidad de uso y de prestaciones (good enough) que permita el abaratamiento, sin pérdida de calidad, de los mismos. Este es el caso de una incubadora de bajo coste (sólo 25€) creada por una startup de la Universidad de Stanford.
En sentido contrario, una vez probado su éxito, novedades originadas en un contexto de limitaciones económicas de los países en vías de desarrollo permiten su aplicación a los mercados más pudientes. La premisa es que si algo funciona bien en condiciones extremas lo hará mejor en entornos normales.
Este el caso de la bebida isotónica para deportistas, Gatorade, en cuyo origen está un antiguo tratamiento hindú contra el cólera, Si este compuesto era bueno contra el cólera sin duda ayudaría a rehidratar fácilmente a deportistas sanos. Danone fabricó en Bangladesh un yogur de bajo coste (sólo 0´06€) que le permitió crear una nueva gama de productos que comercializó en otros países.
También hay ejemplos de innovaciones producidas en países emergentes que se “exportan” de forma muy competitiva al mundo desarrollado, como es el caso del Tata Nano, utilitario hindú de bajo coste, o el menos conocido del NH Hospital, también hindú, que ha construido un centro quirúrgico especializado en cirugía a corazón abierto en las Islas Caimán (a una hora de Miami) donde se practican intervenciones por la mitad del coste de las equivalentes en Estado Unidos.
Sin obviar la componente técnica, los aspectos organizativos que aplican, la innovación en procesos basados en modernos sistemas de producción industrial (Lean Service) es la clave del éxito.