“Las personas prosperan más cuando hay desafíos en su medio ambiente” (Hubbard)
El ser humano tiende a la ley del mínimo esfuerzo. Los seres vivos, en general, necesitan presión para estar en forma. Es conocida la anécdota del tiburón en los tanques de los pesqueros japoneses para evitar que los peces se “relajaran” y no tuvieran un sabor fresco, vivo, del gusto de los exigentes degustadores nipones.
Innovar no es fácil. No lo es para las empresas, que están sometidas a una presión asfixiante por “tiburones” de especies tan abundantes en nuestras costas como lo son las ventas, la competencia, los clientes, los nuevos productos y métodos de gestión, las tecnologías o la financiación.
En el ámbito público no existe, en general, esta tensión inherente al sector privado. La burocracia se asemeja a un estanque sin “tiburones” que impongan el movimiento permanente para sobrevivir. La cultura del control, del inmovilismo, la ausencia de competencia, la falta de incentivos personales, la garantía vitalicia del puesto de trabajo (esto no es así en muchos países desarrollados), … son trabas paralizantes.
Como toda organización seria, máxime siendo financiada con recursos de todos, las Administraciones Públicas necesitan aplicar mecanismos de control de la actividad y del rendimiento de los empleados públicos en el cumplimiento de sus compromisos con los ciudadanos.
Por otra parte, la sociedad demanda, cada vez, más eficiencia, calidad, transparencia y rendición de cuentas a las instituciones públicas. Resultan curiosas iniciativas como la del Gobierno de Perú, con su concurso “el trámite de más” basada en una idea del Gobierno mejicano (Méjico es la cuna de Cantinflas, aquí se puede ver su famoso vídeo sobre la burocracia), que apelan a la colaboración de los ciudadanos para inyectar presión al sistema burocrático.
Es justo reconocer que en nuestro país se están produciendo grandes avances por lo que respecta a la facilitación de trámites engorrosos, como los de nacimiento o defunción, abordándolos desde una perspectiva integral del proceso, centrada en el ciudadano. Y la Agencia Tributaria viene siendo, desde hace muchos años, un referente en el nuevo modelo que requieren los tiempos: una Administración que haga todo el trabajo interno posible para evitarle molestias al ciudadano.
Evaluación del desempeño, rendición de cuentas, publicación de resultados, condiciones de trabajo más en consonancia con el sector privado, que es el que sustenta las instituciones públicas, y tiene todo el derecho a demandarles la máxima calidad y eficiencia en los servicios que recibe de aquéllas, son “tiburones” que pueden contribuir a que las AAPP estén en continuo movimiento de adaptación a un entorno cambiante y cada vez más exigente.
Los retos, tan abundantes en el entorno administrativo, los desafíos, a los que alude Hubbard, para mejorar los servicios públicos serían los “tiburones amables”, más bien delfines, que en mi opinión, necesita la Administración para transformarse en una organización innovadora. Pero nada ocurre por generación espontánea. En el entramado burocrático, hay mucho talento dormido y desmotivado que hay que despertar.
En todas las organizaciones, y el ámbito público no es una excepción, a pesar de su estructura tan jerarquizada, hay “bichos raros”, como les llama Alberto Ortiz de Zárate, un referente en innovación pública. Gente creativa, entusiasta, permanentemente automotivada, con vocación de cambiar las cosas, que hacen más de lo que se les exige o se les encarga, que se salen del guión establecido de forma generosa.
En la literatura especializada estos bichos raros reciben el nombre de intraemprendedores públicos. Identificarlos, formarlos, renovar su, ya de por sí, alta motivación, reforzar su creatividad, fomentar que trabajen en equipo, orientarlos a la mejora de los servicios públicos y a la resolución de problemas sociales, así como extender progresivamente su número, como si se tratara de una “epidemia de talento” contagiosa, es la base de la transformación que necesitan las AAPP.