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Javier Ballesta

Acuse de recibo

El discurso universitario del Rey

En los últimos años las aperturas universitarias son un encuentro entre diferentes protagonistas que, desde sus discursos reflejan el sentir de lo deseable, siempre en función del papel que representan, mientras desde la lejanía se aprecia que brilla más lo protocolario, la altura de miras que el detenimiento en ese aterrizaje, al que muchos prefieren obviar.

Las universidades españolas afrontan  un nuevo curso entre la paradoja que conlleva defender sus valores y derribar las barreras que limitan su actuación. El pasado miércoles, con motivo de la apertura del curso 2015-2016, el discurso de Felipe VI pronunciado desde la Universidad de Murcia y  dirigido a todos los universitarios del país ha servido para evidenciar el valor y el compromiso  de la universidad en una formación de calidad que tiene que ir “más allá de las destrezas y conocimientos”, para convertirse en instrumento que combata la  desigualdad y el desempleo. Nadie, a estas alturas discutirá las palabras del monarca al referirse que “es preciso que la Universidad mantenga una relación constante con la sociedad a la que pertenece, y que los campos académico, económico y social estén perfectamente interconectados”.

El Rey ha tenido unas palabras para los estudiantes, a los que ha mandado un mensaje: “Vuestro esfuerzo y vuestra perseverancia merecerán la pena y darán resultado; la sociedad en su conjunto es muy consciente de las dificultades que hay que afrontar y, también, de que vuestro futuro es el futuro de nuestro país, el futuro de todos”. Felipe VI se ha mostrado seguro de que colaborando se logrará “impulsar una generación más abierta al mundo y dinámica, inclusiva, capaz de generar el mayor conocimiento, de impulsar la excelencia y de transmitir valores; capaz de innovar cada día más y de optimizar el magnífico capital humano con el que cuenta nuestra nación”.

Y es ahí,  sin duda, donde reside uno de los problemas que en los últimos años estamos sufriendo en vivo y en directo, sobre el sentido de la formación y el para qué de la misma. Son muchos los universitarios que se esfuerzan, se gradúan y que finalizan sus estudios en diferentes titulaciones y que, una vez salen de las aulas con sus valores bajo el brazo, tienen que apuntarse a esa larga lista de egresados sin expectativas. ¿Cómo paliar esta paradoja? ¿Por dónde empezar? La responsabilidad de las universidades es innegable, pero mucho más la del Gobierno que aprueba las titulaciones que se imparten.  Poner lógica a este laberinto sería prioritario, también lo demás, pero en segundo orden.

 

 

 

El blog de Javier Ballesta

Sobre el autor

Articulista de Opinión del diario La Verdad. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. @javier_ballesta


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