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Antonio Botías

La Murcia que no vemos

Cuando Naranjito mató a Lagartijo

 

 

Incómodas donde las hubiere, allá por el año 1887, a las «localidades de longaniza» sólo podían acceder los aficionados de la antigua calle de Poco Trigo, así llamada porque sus vecinos apenas tenían que llevarse a la boca. El coso de la Condomina abrió sus puertas sin que las andanadas de sol estuvieran terminadas y, en su lugar, se colocaron largos maderos que los murcianos pronto bautizaron con aquel curioso nombre. Es sólo una anécdota que adorna la historia centenaria del coso murciano, que se situó en los antiguos terrenos del condominium, tierra compartida en dominio.

La idea de construir una nueva plaza surgió apenas dos años antes, cuando algunos empleados del Ayuntamiento de Murcia se organizaron como una cooperativa entre cuyos fines figuraba la fundación de comercios, industrias, sitios de recreo y hasta un Monte de Piedad.

Para levantar la Condomina se emitieron 6.000 acciones, a 48 pesetas cada una, y se contrató al arquitecto Justo Millán, quien comenzó las obras, como recuerda El Diario de Murcia, en octubre de 1886, acompañado por un pasacalles que anunció tan memorable fecha. Aquel día, la multitud exultante incluso le ahorró trabajo a la cooperativa, porque «mujeres, hombres y muchachos entraron a tala con los naranjos y demás árboles de aquellos bancales».

Las corridas de toros ya venían celebrándose en la ciudad desde antiguo. Hasta 1849, la que después denominarían plaza de Camachos, se convertía en un improvisado coso por la feria. Los dueños de los edificios que lo rodeaban cedían sus balcones para el público y, en más de una ocasión, también corrían con los gastos de la merienda.

Más tarde, las corridas se trasladaron a la plaza de San Agustín, donde antes fue necesario derribar el remoto convento de los Agustinos. Por suerte, la iglesia se salvó y en ella se venera hoy a San Andrés. Curiosamente, las dos columnas que adornan su portada son romanas y fueron trasladadas allí desde un yacimiento en Monteagudo.

El toro ‘Naranjito’

La tarde de su inauguración, era la Condomina un hervidero de murcianos. Martínez Tornel escribirá en El Diario que había unos 17.000 aficionados. hasta 2.000 más que el aforo actual. No en vano, se consideraba la primera plaza monumental de las construidas hasta la fecha. Los periódicos se centraron en la noticia, que se convirtió en el acontecimiento del año. Pronto surgirían los anuncios publicitarios de gran formato, que sucederían a aquellos otros donde se anunciaban «toros de muerte».

El primer astado que piso el albero se llamaba Naranjito y fue estoqueado por el murciano Lagartijo. Aún hoy se conserva su cabeza -la del toro- embalsamada en la ganadería de Carlos Urquijo. Los diestros, antes de comenzar sus faenas, rezaron ante una imagen de la Virgen de la Consolación, a quien estaba dedicada la capilla cuyo altar hoy preside la Virgen de la Fuensanta. La enfermería se estrenó el mismo día de la inauguración porque quiso la mala suerte que un toro dejara conmocionado al picador Juan de los Gallos.

Aquella intervención abría la puerta a otras miles que, a lo largo del siglo XX, tendrían como protagonistas a los doctores Ramón Sánchez-Parra y García, y a su hijo Ramón Sánchez-Parra Jaén, tan popular y querido por los murcianos que hasta se le dedicó una calle.

En tan dilatada historia, por desgracia, cuatro tardes negras han ensombrecido la Fiesta nacional. Se trata de las cuatro cogidas mortales. En la primera de ellas, murió Lagartija II, en 1922. Entretanto, aún anteriores a la plaza nueva, que ya se antoja antigua, son las críticas de los hoy llamados antitaurinos. Prueba de ello son varios artículos en El Correo Literario de Murcia, en 1794, cuyo autor detestaba las corridas porque en ella «se familiarizan los ojos con la carnicería y la matanza». Y es que nada hay nuevo sobre el albero.

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Por Antonio Botías

Sobre el autor

Este blog propone una Murcia inédita, su pequeña historia, sus gentes, sus anécdotas, sus sorpresas, su pulso y sus rincones. Se trata de un recorrido emocionante sobre los hechos históricos más insólitos de esta Murcia que no vemos; pero que nos define como somos. En Twitter: @antoniobotias


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