Al palacio episcopal, así, en su extensión, lo ha mirado un tuerto. Porque primero cayeron en desgracia las tribunas proscritas de la Semana Santa. Y ahora le ha tocado el turno a los graciosos pajes que, vestidos a la usanza napolitana, recibían a los visitantes del belén que llaman municipal, pero que se instala en el obispado y montan miembros de la peña La Pava.
Estos pajes, reproducciones más o menos fieles de los que tallara el escultor Salzillo, llamaban la atención por sus grandes dimensiones. Reclamo turístico asegurado. Y quizá por eso, pues comprobado está que quien en Murcia destaca lo mandan a tomar por saco, han desaparecido esta Pascua de su lugar.