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Antonio Botías

La Murcia que no vemos

La Peligros sí se irá con La Morenica

A la Virgen de los Peligros de Sopetrán, vulgo La Peligros que está ‘encimica el Puente’, la cambiaron de una ribera del río a la otra. Pero esa curiosidad, en esta Murcia desmemoriada, pocos la recuerdan. Como también se desconoce que la imagen primitiva fue donada a la ciudad por un barbero. Y menos se sabe por qué se llama de Sopetrán. En 1372, la Orden Benedictina fundó el monasterio de Nuestra Señora de Sopetrán en Guadalajara. La fama de milagrosa que adquirió la talla atrajo a los peregrinos, entre ellos al barbero Alonso Sánchez. Alonso, murciano de cuna y hambruna, había hecho fortuna en Madrid. Un tiempo después, unos labradores del barbero hallaron una talla enterrada, que Alonso identificó como la Virgen de Sopetrán. Y le dio culto en su casa.

La Virgen de los Peligros, en Belluga en 1929.

La Virgen de los Peligros, en Belluga en 1929.

Pero cierta noche soñó que la Señora, caprichosa ella, quería ser trasladada a Murcia. En julio de 1636 –otros señalan 1626- quedó a cargo de las monjas Verónicas, donde profesaba una prima del barbero. Y luego fue a adornar el antiguo puente sobre el Segura, como explicó en su día la investigadora Concepción de la Peña en la obra ‘El Puente Viejo de Murcia’, auténtica biblia en esta materia. Ya en 1723, cuando Toribio de la Vega inició las obras, hizo mención de la imagen aunque, curiosamente, la situaba a este lado del río, en la cárcel de la Inquisición «donde está colocada la imagen de Nuestra Señora de los Peligros».

Mientras se erigía la actual hornacina, la talla se trasladó al Ayuntamiento a la espera de su nuevo oratorio, que fue levantado junto a la casa a expensas del Concejo y que se estrenaría en 1742. De eso hace 275 años, razón de más para que en la próxima romería la Peligros, además de recibir a la Fuensanta camino del santuario, también la acompañe en procesión hasta El Carmen para conmemorar la efemérides de la recolocación. Porque ya antes de aquello, las cosas como sean, estaba la imagen presidiendo el antiguo puente. Eso sí, por vez primera en la historia, se hará realidad aquella popular cancioncilla que reza: ««La Virgen de al Fuensanta / cuando pasa por el Puente / le dice a la de los Peligros / ¡si quieres venirte, vente!». Y se irá tras proponerlo Francisco Nortes y PabloGuzmán, quienes, además de amar a su ciudad, se preocupan por mantener vivas sus tradiciones, lo que hoy poco abunda.

Además, también se cumple el mismo aniversario de la conclusión del Puente Viejo y, por si no querían caldo, los noventa años desde que se coronó sobre aquél a la Fuensanta. ¿Quieren otro? ¡Ea! Este año es el 90º aniversario desde que la Peligros salió en procesión la última vez. Y es posible que fuera la primera. Lo hizo en diciembre de 1929, desde la Catedral, para conmemorar el dogma de la Inmaculada.

Arco sobre el Puente Viejo, por la Coronación del 29.

Arco sobre el Puente Viejo, por la Coronación del 29.

La ‘ermita’ junto al Puente

Retornando a 1742, para la historia se editó un ‘Curioso Romance’ que describió los fastos de la inauguración del Puente, celebraciones que data el 23 de septiembre. «Y al otro día de mañana –continúa el pliego– se celebró la primera misa cantada en la recién construida ermita de la sagrada imagen de los Peligros». Ermita. Así la denominó también Espinalt en su ‘Atlante Español’, como reflejó en uno de los grabados de esta obra en 1778.

La alegría de los murcianos fue doble aquella feria pues también se aprobó que la ciudad levantara un coso taurino en la plaza de Camachos, donde muchos años después torearía el diestro de la tierra Celestino Parra, a quien la chavalería cantaba aquella coplilla: «Celestino, mata al toro / mátalo con fantasía / y a la primera estocada / déjalo patas arriba». Pura poesía.
El Consejo adoptó el mismo año acuerdos que afectaban a la hornacina. Uno resulta interesante para fijar cuándo se construyó. En el Cabildo del 27 de febrero se atendió el memorial de un vecino, Juan Gallego, quien manifestó que estaba «para rematarse la segunda casa de las dos que se han fabricado a la salida del puente de piedra […], en la que se construye un oratorio para colocar la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Peligros».

Gallego proponía convertirse en el arrendatario de esa vivienda por un precio similar a la otra construida y pagadero el día de San Juan –cuando los huertanos sufrían el temido rento– y en Navidad. Además, se comprometía a «cuidar del aseo, limpieza y custodia de dicho oratorio» y «poner luz todas las noches» a la «soberana imagen».

Ciudad de hornacinas

En el contrato, Gallego aseguraba que se encargaría de celebrar misa los días de precepto, teniendo dispuesto y adornado el altar. A cambio, porque del todo tonto no era, solo pedía «la gratificación que tuviese por conveniente la Ciudad». En aquel Cabildo, el Concejo decidió comisionar a Lope Avellaneda, que debía cerrar los detalles y dar cuenta «para resolver».
El tiempo, como es lo suyo, pasó. Entretanto, el Cabildo de la Catedral convocó una procesión para recibir a la Fuensanta en el puente «a fin de implorar el beneficio del agua y nieve que tanta falta hace». Y llovió, según evidencia la misa de acción de gracias celebrada más tarde. Además, en el Cabildo del 22 de marzo se informó de que el cardenal Molina había concedido cien días de indulgencias «a cualquier persona de ambos sexos que rezara una salve a la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Peligros».

Este acta reviste importancia pues revela que la talla estaba entonces en el oratorio del Concejo «y se ha de colocar en el que se está fabricando sobre el derrame del puente de piedra». En el Cabildo el 22 de septiembre, como atesoran las Capitulares del Archivo Almudí, existe otra referencia. Al parecer, el Cabildo, también de la Catedral, todopoderoso donde los hubiera y los sigue habiendo, había decidido celebrar una misa «con el motivo de la colocación sobre el derrame del puente de piedra de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Peligros». Y para ello se pedía una representación municipal en la ceremonia.

Atlante Español

Atlante Español

El recordado profesor Antonio Peñafiel desveló en su día las grandes fiestas que el corregidor Heredia organizó para la colocación de la imagen y de la inauguración del puente. Corridas de toros, comedias, luminarias, antorchas, fuegos artificiales y «cuatro caballos de fuego», junto a otras propuestas que costaron a las arcas públicas 52.509 reales y 16 maravedís.
Las calles de Murcia contaban entonces, como destacó el historiador Álvaro Hernández Vicente en su aporte ‘Et lux in tenebris lucet: Hornacinas callejeras en la ciudad de Murcia’, con más de medio centenar de hornacinas. En una de ellas lucía la conocida como última obra de Salzillo, la Purísima tallada para el nicho de la carnicería. A la mayoría, según costumbre remota en estos lares, las arrasó el tiempo, la política y el abandono.

Por Antonio Botías

Sobre el autor

Este blog propone una Murcia inédita, su pequeña historia, sus gentes, sus anécdotas, sus sorpresas, su pulso y sus rincones. Se trata de un recorrido emocionante sobre los hechos históricos más insólitos de esta Murcia que no vemos; pero que nos define como somos. En Twitter: @antoniobotias


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