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Antonio Botías

La Murcia que no vemos

Una tienda de sartenes sin Ritmo

Tienda RitmoVengo de ver, que diría Lope. Pero no aquello de “un niño en pobrezas tales, que le di para pañales, las telas del corazón”. Ni vengo de ver lo que escribiera Rafael de León: “¿De dónde vienes tan tarde?  ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? Vengo de ver unos ojos, verdes como el trigo verde”. ¿Quién no se retrasa por admirar unos ojos verdes? En cambio, yo me he retrasado al descubrir que la entrañable tienda de Ritmo, que no hace falta decir qué vendía, ha vuelto a abrir. O eso creí, maldita miopía. Porque al acercarme a su fachada, en aquel lugar que tanto encanto musical destilaba, ¿qué dirán que han inaugurado? ¿Otra ágora de los amantes de la música? ¿Un nuevo lugar donde distraer el tedio de la rutina calle Sociedad abajo? ¡Échame cartas!

Han abierto una… ¡tienda de sartenes! Así que vengo de ver, frito como unas rechigüelas huertanas, cómo se nos muere otro rincón histórico de esta Murcia que tanto nos hace sufrir. Morir. Como murió mi amigo Nacho Massotti, aquel improvisado oráculo que, sentado en una silla a la puerta de su tienda, despachaba chascarrillos, sonrisas y murcianía a cuantos se acercaban. ¡Ay Nacho, una tienda de sartenes! Pero tú, que retranca te sobraba, dirías ahora: “¡Pues no nos faltará sartén para el almuerzo!”.

Una tienda de perolas, de nombre con poco ritmo, se adueña de aquellas paredes donde sonó tantas veces ese Himno a Murcia cuya letra, que es de Jara Carrillo, pocos políticos saben, aunque muevan los labios con ridículo disimulo. Allí permanecía hasta ahora el recuerdo de Manuel Massotti, joven pianista valenciano que llegó a Murcia en 1912. Y ya no se marcharía nunca, como nadie suele hacerlo cuando conoce estas latitudes. Y hasta impulsó la fundación del Conservatorio, que hoy lleva el nombre de su hijo, Massotti Littel. Pero de ‘littel’ tenía bien poco. Profesor mercantil, abogado y el catedrático de armonía más joven de España en su época.

29/09/2016. En la tienda música Ritmo en la Calle Sociedad, Han dejado varios mensajes de condolencia en la pared por el fallecimiento del dueño

No tocaba, ciertamente, las sartenes. Ni tampoco se tocaba los… cazos. Más bien compuso con exquisito gusto obras como Nana huertana, Salve de Auroras, Habanera Divina… Entre aquellas paredes, Massotti Littel citó a los padres de un joven Ginés Torrano, quien entonces andaba de ebanista. Y les dijo que la voz del zagal era sublime y que, como tenor, podría hacerse rico. Y lo fue, al menos como gloria murciana de la música. Ya todo son recuerdos. Hasta Torrano, a quien, si nos descuidamos, también lo enterramos sin su homenaje. ¿O no se lo dimos?

Ahora tenemos, hijos míos, una tienda de sartenes donde, como mucho, podremos improvisar una cacerolada al tiempo que se nos escapa. Quizá lo hace por esa sendica del olvido, ¡ay Vicente Medina!,  por donde se fueron “pa’ no volver nunca”, los recuerdos del lugar en que nuestros padres compraban las últimas novedades: El Dúo Dinámico, Paul Anka, Rudy Ventura, Los 5 Latinos, Gloria Laso, Lolita Sevilla, Los Llopis. Por esa sendica por la que marchó aquel hijo que se llamaba Nacho, el de Ritmo y el del Rescate, y a quien su padre, de los últimos caballeros murcianos que nos van quedando, tuvo la desgracia de enterrar. Por esa sendica de la modernidad de franquicia que todo lo puebla en esta descuidada Murcia se nos fue Ritmo. Y llegaron las sartenes. Por eso vengo de no ver nada. Ojalá no hubiera ido.

Por Antonio Botías

Sobre el autor

Este blog propone una Murcia inédita, su pequeña historia, sus gentes, sus anécdotas, sus sorpresas, su pulso y sus rincones. Se trata de un recorrido emocionante sobre los hechos históricos más insólitos de esta Murcia que no vemos; pero que nos define como somos. En Twitter: @antoniobotias


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