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La Taberna de Mou

Garganta Profunda y el Clásico

Para el negocio del periodismo un Clásico es un bombón, un chollo, un clavo ardiendo al que agarrarse cuando la cuenta de resultados está cada día más tiesa. Y si es decisivo, mejor aún. Y si gana el Madrid, mejor. Nada personal, solo negocios. Que gane el Madrid hace respirar a los editores porque supone vender más ejemplares en los raquíticos quioscos; a los programas de radio, porque hay más oyentes (estamos en plena campaña del EGM, Estudio Generalmente Manipulado), ergo más publicidad en un año catastrófico -uno más-; a los programas deportivos de las teles por razones similares y, por descontado, a las webs de deporte, ya que más tráfico implica más ingresos. Un negocio paralelo que genera mucho, muchísimo dinero, y que depende de si entra o no entra la pelotita.


Es norma de la Casa soltar un buen pufo informativo justo antes de los grandes partidos con el abnegado propósito de desestabilizar al enemigo. Sería demasiado fácil -y arriesgado- dejar todo este tinglado en los pies de 22 señores más un árbitro sobre una pradera verde, así que los agitadores profesionales se pusieron manos a la obra y, es de justicia, hay que reconocerles que se lo han currado. La víctima elegida es Martino y la noticia consistía en que dejará el Barça cuando termine la temporada. La verdad es que no está nada mal. Publicar que el entrenador que se juega, posiblemente, su última oportunidad de reengancharse al título, ya tiene la cabeza situada a miles de kilómetros de Barcelona, como arma de destrucción masiva de la moral es perfecta. Bien por Garganta Profunda. Ya había ensayado con los coqueteos blancos de Courtois justo en la semana del Derby madrileño y no le salió del todo mal. Difama que algo queda. Si logras convencer a cuatro y hacer dudar a otros cuatro de que hay un traidor entre tus filas, objetivo cumplido ¿Casualidad o campaña orquestada? ¿Quién decide lo que se publica o cuándo se publica? Interesantes preguntas.

Hace pocas semanas, José María García denunciaba que fue Florentino Pérez quien filtró que los jugadores del Barça se dopaba ¿Verdad o inquina personal entre dos viejos enemigos irreconciliables? ¿Tiene tanto poder un presidente de club como para decidir qué se dice, cómo se dice y quién lo dice en los medios de comunicación? Según algunos, parece ser que sí. Forma parte de la leyenda urbana del periodismo las defenestraciones de aquellos informadores más molestos, la promoción de los amigos más dóciles y los favores a cambio de una exclusiva o la primera entrevista del jugador de moda o el entrenador mediático. Tan viejo como el periodismo o como la Ley del Silencio. Kamikazes que se lanzan al vacío sin contrastar las noticias, los ha habido, hay y, desgraciadamente, seguirá habiendo en este negocio de contar cosas; estómagos agradecidos que se venden por una comida, o incluso menos, con el poderoso, es, ha sido y, por desgracia, seguirá formando parte del modus vivendi de algunos periodistas; lameculos profesionales que ejercen de voceros gritones y hooligans de camiseta para caer bien al señorito que les ríe las gracias los hemos tenido, tenemos y, si nadie lo remedia, seguiremos teniendo en la inmensa y variopinta fauna del periodismo. Hay formas mucho más sutiles y discretas de tener controlado al personal sin necesidad de organizar conspiraciones.

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