>

Blogs

Demasiado tarde

Un escritor decadente de finales del siglo XIX hizo bordar en sus camisas, porque creía que era lo que había definido su vida, un lema impresionante: “Demasiado tarde”. La vida es en realidad eso: para todo lo mejor llegamos siempre demasiado tarde. Por ejemplo, un pesado, en la calle, nos entretiene lo bastante para que no pasemos a tiempo por la esquina donde un encuentro habría resultado decisivo. En la vida, como mucho, alcanzamos a rozar lo importante, quedándosenos pintado en los dedos (doloroso recordatorio) un brillo como de escamas de ala de mariposa, pero enseguida todo eso escapa… Ya es demasiado tarde.

Cuando tratamos de atrapar lo mejor, ya no está. Por eso es tan bueno: porque siempre estamos apenas a un instante de hacerlo nuestro. Pero la distancia de ese instante nunca terminamos de recorrerla. Parece que esa distancia se dividiera y volviera a dividir en pequeños tramos, como aquella parábola de Aquiles que no llega a su cercana meta porque el espacio se subdivide infinitamente y no es posible recorrer lo infinito. Mis pesadillas nocturnas (por cierto habituales) no han consistido nunca en miedo a morir o temor a los monstruos, en niñerías, sino en lo verdaderamente pavoroso: la impotencia. Cómo el mundo se te cae encima por un “casi”. Casi lo conseguiste. Buen intento. Pero demasiado tarde. Benjamin Franklin, que aparte de inventar el pararrayos era un inquietante personaje con un poder de la voluntad diabólico, estaba obsesionado con alcanzar la vida perfecta, encontrando “un lugar para cada cosa y cada cosa en su momento”. Fracasó, por supuesto.

La vida es todo aquello en lo que nos entretenemos mientras por otro lado transcurre la vida. Da igual que nos demos cuenta de esto, porque cuando pretendemos remediarlo es… demasiado tarde. Sólo con posterioridad sabemos lo que debimos hacer, cuando ya no importa. Las palabras que debimos decir y nunca dijimos son un clásico de los remordimientos, tras fallecer alguien. O las que dijimos y no debimos decir (llevo una docena de años convencido de que mi carrera mediática quedó truncada por apenas dos palabras que el demonio de la perversidad me condujo a expresar en el momento y ante el auditorio justos).

La experiencia es aprender con provecho de lo que nos ha sucedido cuando ya no podemos arreglarlo. Porque hay un eterno desfase entre lo que queremos vivir y lo que efectivamente vivimos, como en esas películas defectuosas donde entre la banda de audio y la de vídeo hay varios segundos de descoordinación irreparable…

Temas

Sobre el autor

José Antonio Martínez-Abarca. Nació una vez en un sitio tan bueno como otro cualquiera. Es lo que antiguamente solía llamarse un "columnista de prensa". Ha publicado demasiado sobre demasiados asuntos en diversos periódicos; pero guarda pocos recuerdos de ello, como si le hubiese sucedido a otro. Puede que, en efecto, fuera otro. Esto es lo primero que escribe sin aplicar la autocensura. Todos los lugares y hechos de este diario serán reales. Sólo se ocultarán algunos nombres por una doble cortesía: hacia el pudor de las señoritas y hacia el vigente Código Penal. Pretendo sólo salvar lo que de valioso hay en cualquier pequeño infierno cotidiano, para hacerlo llevadero y a veces sublime.


abril 2015
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
27282930