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Joaquín García Cruz

Menuda política

La otra corrupción

«Si el vaso no está limpio, lo que en él derrames se corromperá».
(Bertolt Brecht).

Las propuestas para regenerar la vida pública firmadas por el alcalde de Molina, Eduardo Contreras, y el juez de Murcia Julio Guerrero están entre las que más me gustan. Y eso que ninguna de ellas figura en la recopilación que ‘La Verdad’ viene publicando desde el domingo, en lo que constituye todo un clamor de la sociedad civil para que los políticos se pongan las pilas.
Estos dos casos tienen además en común que se han traducido ya en sendas disposiciones oficiales. Son avances tangibles, no promesas ni postulados retóricos. Lo que propone el alcalde molinense del PP consiste en crear una concejalía de Gobierno Abierto, comprometida en facilitar -sin trampas- cuanta información pueda requerírsele al Ayuntamiento, y en impulsar unos presupuestos participativos, así llamados porque el vecindario se deja oír en su elaboración. Julio Guerrero plasma su personal contribución regeneracionista en un auto de ingreso en prisión de un condenado por fraude fiscal, de quien el juez subraya en su resolución que comportamientos como el de engañar a Hacienda han coadyuvado a vaciar las arcas del Estado, obligado ahora en consecuencia a imponer recortes salariales a los funcionarios.
La iniciativa de Eduardo Contreras se encamina en la dirección contraria a la tradicional opacidad de las administraciones, y demuestra que un alcalde conservador puede adoptar medidas higiénicas para la vida pública sin que por ello se le haga sospechoso de bolchevismo. Sus colegas deberían tomar nota. Los del PP y los del PSOE.
Atención especial, y nota de ‘cum laude’, merece el auto de Julio Guerrero. Tanto ponemos estos días el foco en los políticos (con razón, quién lo duda), que corremos el riesgo de olvidarnos de la otra corrupción, la que tiene lugar fuera de la política pero reproduce igualmente modalidades de corrompimiento. El fraude a Hacienda. El banco que te reclama intereses porque no has movido tu cuenta en seis meses (después de vaciártela sigilosamente). La compañía telefónica que te factura un dineral por molestos SMS enviados a tu número por una empresa fantasma de Sumatra. El restaurador que da gato por liebre. La factura ininteligible de la luz, el agua o el gas. La letra invisible de un contrato. La reparación sin IVA. La vivienda en negro. Los contubernios para encarecer la gasolina cada viernes. La usura del prestamista. La patada a un contenedor. La publicidad engañosa. El ‘copieteo’ en un examen. La oposición amañada. El listillo en una cola. La beca malversada. La risita después de hacer un ‘sin-pa’.
Y tantos y tantos casos de este pelaje, acomodados en nuestro universo diario como si fueran inevitables. La otra corrupción.

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