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Joaquín García Cruz

Menuda política

'La chica del gin-tonic'

Algunas decisiones de Alberto Garre tienen buena pinta. Hablan de austeridad y de transparencia, y no con palabras que se lleva el viento, sino con decretos. Estrenarse con un adelgazamiento de la estructura administrativa significa que aún queda grasa para una liposucción, contra lo que se nos decía, y está bien que se aplique el bisturí. Pero tan loable como reducir el déficit público -y hasta más difícil- me parece el empeño de fomentar la transparencia de la Comunidad Autónoma a través de una nueva dirección general de Participación Ciudadana, que nace con el objetivo de acotar la creciente desafección hacia la política y evitar que proliferen historias como la de ‘la chica del gin-tonic’.
Lola Sánchez Caldentey es ‘la chica del gin-tonic’. Tiene 36 años, estudió Ciencias Políticas, trabaja de camarera en Cartagena y ocupa el cuarto lugar de la candidatura europea de ‘Podemos’, la expresión electoral del 15-M (o una de ellas). En las redes sociales y en cualquier mitin de ‘Podemos’ se la invoca como paradigma de la mujer universitaria forzada por la crisis a salir de España (emigró a Islandia, Escocia y Estados Unidos), después de haber sido profesora interina, eventualmente agente comercial y pequeña empresaria cuyo negocio de artesanía regional tampoco cuajó. Lola Sánchez cuenta en la web de ‘Podemos’ que una concejal de Cartagena a la que servía un gin-tonic para coronar un almuerzo en el restaurante donde ella trabaja, le preguntó, sorprendida, por qué una licenciada que además habla idiomas se conformaba con un empleo de camarera: «Me dieron ganas de tirarle el gin-tonic encima, por su poca vergüenza. Es la metáfora de nuestro país; jóvenes titulados preparados, sirviendo gin-tonics a políticos, que no son precisamente ejemplo de nada bueno».
Lola Sánchez se ha encaramado desde el anonimato hasta lo alto de la candidatura (por detrás solo del impulsor de ‘Podemos’, Pablo Iglesias, de una reconocida activista andaluza, y del ex fiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo) por sufragio universal emitido a través de internet. Su periplo vital encuentra reflejo en el de muchos ciudadanos que no confían ya en las instituciones públicas y cuyo desencanto por la política convencional se traducirá probablemente el 25 de mayo en un voto de castigo a los partidos mayoritarios o en un porcentaje histórico de abstención. La dirección general de Participación Ciudadana deberá luchar titánicamente, y con una eficiencia medible, por amojonar cuanto antes el boquete de la desafección. Su puesta en marcha no puede ser una engañifa con la que maquillar la realidad. De lo contrario, habrá cada vez más camareros tentados a derramar un gin-tonic sobre la cabeza de quienes hayan faltado, nuevamente, a su compromiso con la transparencia.

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