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Joaquín García Cruz

Menuda política

Una tregua

La última sátira contra la depravación en la política llega de la mano de ‘Los Mácbez’, una evocación shakespeariana que triunfó en el Teatro Circo de Murcia y ahora lo hace en el María Guerrero de Madrid, apoyada en una interpretación magistral -otra más- de Carmen Machi. La obra eleva a la categoría del crimen la ambición desbocada de una familia imaginaria de políticos gallegos, ‘Los Mácbez’, y recibe el aplauso del público y la crítica porque a sus cualidades teatrales añade la oportunidad del momento, sin duda el de mayor desapego a la esfera pública.
La gente está muy cabreada. El paisaje urbano de esta campaña electoral se caracteriza tanto por la escasa trompetería propagandística como por la profusión de ataques a las siglas de los partidos y a las imágenes de los candidatos, a los que se afea con cuernos, tachaduras y sobres insinuantes, se tilda de fascistas y corruptos o se vacía gráficamente los ojos con un cortauñas. Hay quienes convocan visitas guiadas a sus domicilios. De ningún corrillo escapan al vilipendio y la injuria. Da la impresión de que la desafección está llevando a la sociedad a una estación término, a una fase ulterior de la democracia en la que unos no atisban más salida para evitar el despeñamiento que una gran coalición de salvación, y otros apuestan desde el arrabal por encarrilar una senda ignota, pretendidamente más pura, en la que las decisiones asamblearias y la democracia directa atajarían el avance de la podredumbre que corroe el ejercicio de la gestión pública. Tan cierto es que todas las propuestas para higienizar la política resultan legítimas, y deben ser oídas, como el hecho de que no siempre se argumentan con la mesura debida, y que la censura a los gobernantes -justa, merecida- se banaliza a veces con la generalización sistemática, al punto de correr el riesgo de que tanto ruido despierte pulsiones que empiecen por desperezarse con la rompedura incruenta de un afiche electoral y terminen por cruzar las rayas que nadie tiene derecho a traspasar. Ninguna tropelía justifica que alguien desate sus bajas pasiones para replicar a la ambición de la que pecan gobernantes de carne y hueso, la misma en la que se consumen ‘Los Mácbez’ del teatro, y menos aún se explica que un coro de congratulaciones salude el odio y la venganza desde la impunidad que propicia el anonimato de las redes sociales.
Quizá esta campaña electoral sea una buena ocasión para citarse con los gobernantes -en las urnas, mejor que a las puertas de sus casas-, y votarlos, votar a sus adversarios o no votarlos. Quizá debamos pararnos siquiera un rato, para escuchar a los candidatos y criticarlos cuanto nos parezca oportuno, permitiendo que la confrontación de ideas y programas se imponga sobre una crispación social que se cierne peligrosa. Quizá sea el momento de una tregua.

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