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Joaquín García Cruz

Menuda política

No me hagas elegir

Es probable que la incapacidad de Rajoy para paliar el déficit hídrico ponga a López Miras en la tesitura de optar entre la lealtad hacia la dirección nacional de su partido y la lealtad que debe a la Región y a sus regantes

«Tendrás mi lealtad, Pedro, como presidenta de Andalucía y como secretaria general de los socialistas andaluces, pero no me hagas elegir entre las dos lealtades». Al dirigirse en estos términos a Pedro Sánchez, que venía de derrotarla en las primarias, Susana Díaz estaba marcándole territorio al jefe de su partido, trazándole una línea roja que no franquearía: los intereses de su comunidad autónoma. No le importó a Susana Díaz que Pedro Sánchez estuviera más crecido y legitimado que nunca como líder de los socialistas españoles. Su patria es Andalucía, por delante del partido, y apostó por su patria, aunque su filípica a Pedro Sánchez, y la frialdad con que lo trató en el congreso regional de Sevilla (ni un beso se dieron), le costara caer definitivamente en el ostracismo de Ferraz, donde sigue arrinconada. Los devaneos de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias, y su inclinación al reconocimiento de las plurinacionalidades, actúan contra el interés general de Andalucía, según cree su presidenta, que se niega a mirar a otro lado.

Puede ocurrir que también Fernando López Miras tenga que optar entre dos lealtades, la de Murcia y la del PP. A los pocos días de acceder a la presidencia de la Comunidad Autónoma, en abril pasado, Miras quiso almorzar con el director de ‘La Verdad’ y con un servidor, y entre plato y plato me permití sugerirle que, si yo estuviera en su lugar, y quisiera empezar a labrar una victoria en las elecciones autonómicas de 2019, me haría cuanto antes ‘panochari’, daría un puñetazo en la mesa de la ministra Tejerina y me desmarcaría de la dirección nacional del PP en lo que al agua respecta. La inacción de Rajoy, incapaz de impulsar un verdadero pacto de Estado después de seis años en La Moncloa, y la pertinacia de la sequía, sitúan nuevamente el agua en el centro de la contienda política de la Región, y ahí el PP, que siempre fue el rey del mambo, lleva hoy las de perder. Empresarios, regantes, agricultores y exportadores de frutas y hortalizas, aliados naturales del PP, preparan movilizaciones en Murcia y Madrid en protesta por la indolencia del Gobierno para acometer una planificación hidrológica plausible sin miedo a arrostrar las consecuencias, de partido y territoriales, que pudieran derivarse. Basta acudir a cualquier foro público de agua, o a las asambleas de los comuneros, para observar que los colectivos damnificados por la sequía están más cerca de Alberto Garre que del PP, lo que podría castigar con severidad la candidatura de López Miras en favor del partido de corte regionalista que Garre promueve. De otra parte, los socialistas, a los que el PP no está ya legitimado para sonrojarlos otra vez con el ‘Agua para todos’ de Valcárcel, se han puesto manos a la obra para redimir su pecado original. No podrán borrar de la historia la ruin derogación por Zapatero del trasvase del Ebro, de la que el PSOE murciano fue tan cómplice entonces como el PP es partícipe hoy de la pachorra de Rajoy, pero han celebrado este fin de semana una conferencia monotemática sobre agua en Torre Pacheco (a la que asisten, ojo, todos los otrora aliados naturales del PP), con el objetivo de pasar página, dejando atrás su ambigüedad en lo tocante al Tajo-Segura, exhibiendo la eficacia de ‘sus’ desaladoras y rediseñando, en fin, una oferta electoral que parezca coherente. Al menos, lo intentan, espoleados por la fragilidad que los populares exhiben en este asunto.

A la vista de tal cúmulo de adversidades para el PP, y puesto que no está para llover, resulta muy probable que Fernando López Miras se vea impelido también a elegir entre lealtades. Algún mensaje ha enviado ya en el sentido -me parece- correcto. Ordenó a sus dos diputados que no votaran el miércoles en la Comisión de Agricultura del Congreso contra una enmienda de Ciudadanos que pedía eximir a los regantes del ‘tasazo’ del Trasvase y, un día después, su grupo parlamentario registró en la Asamblea Regional una iniciativa similar; en realidad se trata solo de un guiño al sector, porque la Asamblea carece de competencias para modificar el BOE, y porque era en Madrid donde había que estar y votar a favor de la exención, en lugar de ausentarse de la comisión, pero una política de gestos es siempre mejor que una política inexistente y, en esa voluntad de acercamiento gestual a sus votantes cabreados, no sería extraño ver incluso a López Miras encabezando alguna de las manifestaciones venideras en pro de soluciones al déficit hídrico. Ahora bien, una foto bajo la pancarta no bastará para apaciguar los ánimos de quienes han perdido la fe en las recetas de los populares. El verdadero reto para el presidente Miras -y para Mariano Rajoy- será conseguir agua. O, en su defecto, volver a convencer al electorado, como hizo en los años noventa, de que solo el PP será capaz de acabar algún día con el déficit estructural de la cuenca del Segura y garantizar -llueva más o llueva menos- la subsistencia de las 100.000 familias que viven del agua. Si al final López Miras no logra llenar el botijo, y tampoco se planta en la calle Génova vestido de ‘panochari’, parecerá que ha escogido la lealtad equivocada, y dará a entender, peligrosamente para su interés electoral, que la Región seguirá condenada, con la aquiescencia ciega de sus gobernantes, a tragar por los siglos de los siglos con lo que desde Madrid se disponga.

Más aún. El presidente deberá fajarse también a la vuelta de la esquina en la pelea de la financiación autonómica, para evitar que la conveniencia política de satisfacer a Cataluña o bien la mayor picardía de otros barones más influyentes de su partido marginen nuevamente a Murcia (la comunidad peor tratada por el sistema actual) en el reparto de las aportaciones del Estado para el sostenimiento de la educación, la sanidad y los servicios sociales. Mucho toro parece para el joven Fernando López Miras este que asoma por los chiqueros, con la sequía colgando de un cuerno y la financiación autonómica del otro. Pero las circunstancias no le dejan ya más opción que lidiarlo, estocarlo y salir a hombros de la plaza o bien plegarse ante Madrid y asumir que será un presidente más, uno cualquiera. La historia lo ha situado frente a un sudoku mucho más difícil de resolver que el que les cayó en suerte a sus predecesores en el palacio de San Esteban, porque es verdad que tampoco Valcárcel, Garre y Pedro Antonio Sánchez consiguieron llenar el botijo ni mostraron arrojo para plantarle cara a la dirección nacional del PP por su maltrato crónico a Murcia, pero al menos ellos tuvieron la suerte de que entonces llovía y el agua del cielo tapaba las vergüenzas.

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