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Joaquín García Cruz

Menuda política

La solución murciana de Cifuentes

La presidenta madrileña no está imputada. No aún. Al margen de esto, su caso es políticamente calcado al de PAS, porque Ciudadanos así lo ha querido, y es seguro que correrá la misma suerte

La literatura y la historia están repletas de apelaciones a la épica de la resistencia. Camilo José Cela mandó tallar en el frontispicio de su casa de Iria Flavia la leyenda ‘El que resiste, gana’, la misma enseñanza vital que le ofreció en 1987 a Felipe de Borbón en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias: «En España -y os lo digo, Alteza, porque sois joven y español-, el que resiste, gana». Pero esta vocación, que tan patriota parece, de aguantar siempre hasta el final deviene empecinamiento enfermizo cuando un gobernante la traslada al terreno político para no apearse del machito. Aunque Mariano Rajoy encarna un ejemplo inmejorable de supervivencia frente a cualquier adversidad, nadie duda ya de que Cristina Cifuentes pende de un hilo finísimo que está a punto de romperse. La suya es una figura cadavérica desde que Ciudadanos exigió al PP que adoptara la ‘solución murciana’ para salir de la crisis, la misma vía por la que Fernando López Miras entró a reemplazar a Pedro Antonio Sánchez, hace justamente un año: algo así como ‘quítalo, y designa a otro, o lo quito yo y pierdes también el Gobierno’. La expresión ‘solución murciana’ que han puesto a volar estos días Albert Rivera y José Manuel Villegas para comparar la crisis de Madrid con la de Murcia está en realidad forzada y hasta sacada de contexto en su parte sustantiva, toda vez que aquí se impulsó debido a que PAS estaba imputado por el Tribunal Superior de Justicia, por cuatro supuestos delictivos en el ‘caso Auditorio’, al igual que sucedió después con la senadora Pilar Barreiro, investigada en ‘Púnica’ por el Tribunal Supremo. Ambos debían cesar en aplicación del punto 1.1 del pacto de investidura suscrito entre el PP y Ciudadanos y por eso su partido los dejó caer. Cristina Cifuentes, sin embargo, no está imputada. No aún. Pero Ciudadanos la ha colocado también en la diana por la gravedad de las sospechas que se ciernen sobre ella en relación a documentos falseados y porque mintió en sede parlamentaria.

Al margen de esta diferencia, que no es baladí y a la que la presidenta madrileña todavía se aferra («yo no he incumplido el pacto de investidura»), el ‘caso Cifuentes’ reproduce casi a la perfección el ‘caso PAS’. El proceso resulta idéntico. Ciudadanos aprieta y el PP empieza respaldando a su dirigente en cuestión, convencido de que Rivera no querrá acompañar a PSOE y Podemos en una moción de censura, pero al final se echa a temblar y termina abandonándolo a su suerte para mantener el poder.

La resistencia tiene un límite, como se verá pronto en Madrid. Al PP de Murcia le costó 45 días de agonía, una crisis institucional de gran calado (la más grave de los últimos 25 años en la Región) y un daño reputacional difícil de restañar. La batalla de Murcia fue un campo de pruebas para Ciudadanos del que la formación naranja se siente hoy orgullosa, y de ahí su invocación en los medios nacionales a la ‘solución murciana’ a raíz de que estallara la crisis de Cifuentes. También la dirección nacional del PP debió de aprender algo del sufrimiento que le deparó PAS, a la vista del entusiasmo decreciente con el que empieza a defender a la dirigente madrileña. En Murcia, los populares se equivocaron de cabo a rabo. Sostuvieron a PAS hasta lo indecible, con campañas ridículas de admiración personal en las redes sociales, quizá embaucados por su propio líder. Una y otra vez repetían que los de Rivera habían pactado en secreto un gobierno tripartito con PSOE y Podemos, y que había que evitarlo a toda costa porque eso constituía «un peligro para la Región», pero, en sus conversaciones privadas con Miguel Sánchez, el jefe y portavoz parlamentario de Ciudadanos, lo que PAS planteaba a su interlocutor era otra cosa: «Sé que no te atreverás a apoyar una moción de censura y a darle la Comunidad Autónoma al PSOE. Me amenazas en público, pero no te atreverás a hacerlo». Así, pero con expresiones de cariz tabernario (según recuerda hoy Miguel Sánchez) se defendía el expresidente ante su particular ‘cobrador del frac’ en las reuniones que ambos mantuvieron para gestionar la crisis. A una de ellas, la que Miguel Sánchez preparó en torno a unas migas con tropezones en un bar de su pueblo (El Moral), acudió PAS con un acompañante inesperado: Fernando López Miras, a la sazón vicesecretario general de Organización del PP y diputado regional. Su presencia allí, y su designación posterior como presidente por el propio PAS (sin que el partido tuviera siquiera la ocasión de pronunciarse), viene a constatar que Pedro Antonio Sánchez manejaba ya un ‘plan B’, contra lo que el PP reiteraba públicamente.

También Rajoy esconde un ‘plan B’ para Madrid -aunque lo niegue-, consciente de que no podrá sostener a Cristina Cifuentes y de que esta caerá, arrastrada por su máster y empujada por Ciudadanos. Una vez más, resulta incomprensible el tancredismo de Rajoy y sorprende que el PP no haya designado ya a otro candidato que le permita conservar el Gobierno de aquella comunidad, antes de que Rivera le imponga finalmente ‘la solución murciana’ o permita incluso que el socialista Ángel Gabilondo ocupe el puesto de Cifuentes. Tal vez los mandatarios populares no aprendieron lo suficiente de aquella interminable crisis en la que les sumió PAS, si bien puede que la explicación de su torpeza sea más sencilla y no responda a la épica española tan del gusto de la literatura, sino a la pura vanidad de las personas. A Esperanza Aguirre se le preguntó el martes pasado, en la comisión del Congreso que investiga la financiación del PP en Madrid, por una eventual dimisión de Cristina Cifuentes, y Aguirre respondió, con la ironía que le caracteriza y quizá también encantada de las vicisitudes de quien llegó al cargo envuelta en la bandera de la regeneración: «Yo dimití tres veces, pero dimitir es fatal en este país. Lo que se lleva es resistir».

La Asamblea subvenciona al Cemop: las encuestas con intención de voto volverán en junio

Final del apagón demoscópico. La Mesa de la Asamblea Regional ha dado el visto bueno a la financiación de los barómetros del Cemop (Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública), a los que el Gobierno de Pedro Antonio Sánchez había cortado las alas porque no le gustaron los resultados de su último trabajo, el de 2015, con intención de voto y su correspondiente cocinado. Después de darle muchas vueltas al asunto, los grupos parlamentarios aprobaron el 14 de marzo subvencionar a la Universidad de Murcia con 30.000 euros para la realización por parte del Cemop, este año, de dos estudios barométricos. El primero de ellos verá la luz en junio, a partir del trabajo de campo que los encuestadores realizarán en mayo y en el que se analizará la valoración de los líderes políticos y las expectativas del nuevo partido de Alberto Garre. La segunda entrega llegará en invierno, muy cerca ya de las elecciones municipales, autonómicas y europeas.

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