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Miguel Rubio

Microhistoria(s)

Cuatro años perdidos

Cuatro años pueden dar para mucho, o para nada. Por ejemplo, es el tiempo justo para desencantarse del que creías era el amor de tu vida, según leo en un estudio de unos investigadores mexicanos. Aunque bien aprovechado, un cuatrienio permite obtener un título universitario. Y el genio de Miguel Ángel empleó esos 1.460 días en completar una de sus obras maestras: la Capilla Sixtina. Cuatro años también es lo que dura una legislatura como la que acabará en mayo próximo. Pues bien, todo ese tiempo no ha sido suficiente para que el Ayuntamiento de Mazarrón dé solución a algunas de las asignaturas pendientes que tiene el municipio en materia de patrimonio histórico.

El barco fenicio de La Isla sigue a la espera de su puesta en valor. En esta legislatura se han dado más bandazos que nunca. Primero, el entonces alcalde Ginés Campillo anunció que el Consistorio iba a sufragar por su cuenta y riesgo un arcón de hormigón y cristal para poder ver ‘in situ’ el pecio. Luego se dio un giro de 180 grados al apuntar que la mejor opción era extraer la embarcación y exponerla en seco. En fin, otro capítulo más que termina con esta joya de la arqueología submarina pendiente de su recuperación. Y con el peligro añadido de que la nave está emergiendo debido a la degradación que sufre la playa de La Isla. El único pasito adelante ha sido que el yacimiento se declare bien de interés un cuarto de siglo después de su descubrimiento.

El castillo de los Vélez. Ni hay fecha ni hay presupuesto (ni se le espera) para completar la restauración de la fortaleza que domina la localidad desde finales del siglo XV. El anterior gobierno del PP, presidido por Francisco Blaya, acometió una primera fase. Entre las obras de acondicionamiento se incluyó un auditorio al aire libre, cuyo graderío se hundió al poco tiempo porque, al parecer, alguien no calculó que debajo había una galería minera. Un fiasco. El monumento se cerró entonces, y ahí continúa a la espera de que lleguen mejores tiempos. Qué pena, porque desde su patio de armas las vistas son únicas.

La plaza del Ayuntamiento, en el corazón del casco antiguo, es una radiografía perfecta del estado en el que se encuentra el patrimonio histórico. Dos de los tres edificios singulares que atesora están cerrados debido a su deterioro: la iglesia de San Antonio de Padua (otra herencia del marqués de los Vélez y de sus prósperos negocios del alumbre) y el casino, una construcción, con toques modernistas, levantada en la época dorada de la minería moderna. El caso de este inmueble municipal es especialmente sangrante no solo por su interés arquitectónico sino porque su aprovechamiento para uso civil vendría a remediar la falta de equipamientos públicos que arrastra el municipio.

Con el museo de la casa de don Zenón se ha vendido la piel del oso ante de cazarlo. El proyecto para convertir esta mansión burguesa de finales del XIX en el nuevo espacio expositivo que necesita Mazarrón está parado debido a la falta de dinero. Otras operaciones para engrosar el patrimonio municipal (casa Rolandi y el cuartel de la Benemérita) también se encuentran atascadas.

Las ruinas de la mina San Antonio de Mazarrón. / F MANZANERA

Y qué decir de las antiguas minas. Otros cuatro años tirados por la borda. Su protección como sitio histórico no ha frenado el deterioro y el expolio que padecen. La degradación avanza a pasos de gigante sin que termine de cuajar un proyecto realista e imaginativo que convierta los cotos en un espacio seguro en el que disfrutar de su paisaje de mil colores y de su historia en cada filón.

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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