Entre las virtudes más sobresalientes de Giacomo Puccini, destacó su capacidad de describir la personalidad femenina mediante su música. El compositor de ópera italiano supo como nadie caracterizar a la mujer creando los soberbios personajes de Manon, Mimí, Tosca, Liù, Turandot, Minnie y Butterfly, entre otros.

Hoy nos centraremos en la ópera Madama Butterfly, ópera muy recomendable en toda su extensión que narra una intensa historia de amor en la ciudad japonesa de Nagasaki a principio de siglo XX entre la geisha Cio-Cio-San y Pinkerton, un teniente de la marina americana.

A priori, puede dar la impresión que el argumento se centra en el axioma “dos culturas, un amor imposible”, pero Puccini va mucho más allá y nos revela a una joven ingenua e inmadura que es capaz de renunciar a su religión para casarse con el teniente Pinkerton. Una joven que, durante la ausencia del amado, sobrevive entre el rechazo de sus familiares con la ilusión de un feliz reencuentro con él, que finalmente no se produce como ella imaginaba. Pinkerton, efectivamente vuelve a Nagasaki, pero lo hace casado con una mujer americana y dispuesto a recoger al hijo nacido fruto de su relación con Cio-Cio-San.

A partir de ese momento, Butterfly experimenta su mágica y musical transformación hacia una mujer madura y desilusionada, que elige la muerte como única salida a su situación personal, y lo hace con una decidida disposición.

Como les digo, Madama Butterfly es una maravilla de ópera de principio a fin y como muestra les dejo con el dúo de amor entre Cio-Cio-San y Pinkerton.

Casualidad o no, Madama Butterfly es una ópera que contiene una segunda metamorfosis, esta vez estructural, ya que tras su fracasado estreno en La Scala de Milan en 1904, Puccini revisó la obra para presentarla con éxito en París dos años más tarde.

Madama Butterfly desde entonces, se convierte en una de las joyas del repertorio operístico.