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Percepciones

Algunos expertos en marketing aseveran que los consumidores compran realmente percepciones, no productos. Que a la hora de escoger entre dos mercancías similares, elegimos aquella que nos inspira más confianza porque asociamos su marca con algún valor añadido. Los mercados financieros se guían por fríos datos macroeconómicos, pero también por percepciones cuando evalúan la economía de un país. Sólo unas horas después de que el presidente del Gobierno repitiera en el Congreso de los Diputados que hay «indicios de que nuestra economía mejora», una de las tres principales agencias de calificación de riesgo, Standard & Poors, rebajó el pasado miércoles la nota de solvencia de España para hacer frente a su deuda. Es cierto que la credibilidad de esta agencia de ‘rating’ está en entredicho desde la crisis de Lehman Brothers, pero sus clasificaciones influyen decisivamente en el mercado de capitales. De hecho obligará al Gobierno a pagar ahora un interés más alto por los préstamos que precise para financiar sus políticas. El deterioro de la imagen de nuestro país en los mercados internacionales es de tal calibre que nos sitúa en el ojo del huracán de las especulaciones de los mercados, lo que afecta ya a los costes de financiación de las grandes empresas españolas y a la deuda de algunas comunidades autónomas, como el País Vasco y Navarra, que han visto rebajado también su ‘rating’. Zapatero lanza mensajes de tranquilidad, pero la percepción en los destinatarios es justamente la contraria. Cada vez que habla sube el pan, se dice ya en las filas socialistas. Esta semana, publicó un optimista artículo sobre la evolución de la economía española en el diario alemán ‘Handelsblatt’. Ese mismo periódico se asombraba de que, en plena crisis de la deuda, con Grecia al borde de la quiebra y Portugal viendo las orejas al lobo, el presidente de turno de la UE asegure que no hay motivos para preocuparse ante un «pequeño problema financiero». La marca Zapatero cotiza a la baja y lastra las aspiraciones electorales del PSOE en muchas comunidades, como Cataluña, donde los socialistas querrían que no apareciera por allí durante la campaña electoral. Por evitar medidas impopulares, el presidente no hace más que dilatar la salida de la crisis, incluso ahora que la tasa de paro supera el 20%. Tardó en reconocer el problema económico y está siendo tibio en su resolución. Hace oídos sordos a un clamor para que tome medidas urgentes. Se lo pidieron esta semana el comisario de Competencia, Joaquín Almunia, el consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, y el Banco de España. Todos coinciden en que España necesita una reforma laboral que dinamice la contratación, políticas que fomenten la actividad económica, una reordenación del sistema financiero sin injerencias políticas en las Cajas y medidas inequívocas de recorte de gasto para reducir el déficit al 3% del PIB en 2013. Por eso, la reducción de altos cargos que aprobó el viernes no deja de ser un simbólico recorte de sólo 16 millones de euros. Otra cataplasma más para bajar la fiebre de una economía enferma.

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