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De un pulpo y una España vertebrada

Han transcurrido ya 89 años desde que José Ortega y Gasset publicó ‘La España invertebrada’, pero las ideas fuerza que hilvanan una de las más lúcidas obras del pensamiento español siguen hoy plenamente vigentes. Los particularismos nacionalistas y «la ausencia de los mejores», los dos grandes males apuntados por el filósofo, palpitan con la misma fuerza en una España que avanza trabada por políticos mediocres y por los delirios separatistas de una parte de esa clase dirigente, en Cataluña y el País Vasco. El viernes se supo que la sentencia del TC sobre el Estatuto establece con rotundidad que la «Constitución no conoce otra que la nación española», pero ayer el presidente de la Generalitat, José Montilla, se puso al frente de una protesta en las calles de Cataluña con una soflama federalista y el disparatado argumento de que ese fallo del TC «no contribuye a la unidad de España». Atrapados en su propia burbuja identitaria, y en el fracaso de una operación política que rebasaba los márgenes de la Constitución, los políticos nacionalistas catalanes se distancian de una ciudadanía más preocupada por la falta de trabajo y de perspectivas de futuro que por las veleidades nacionalistas de una particular casta dirigente. Seguimos huérfanos en España de un proyecto sugestivo común, de algo realmente por lo que luchar unidos, como apuntó Ortega. Lo más parecido a ese sentimiento nacional ha sido el épico Mundial de Fútbol de ‘La Roja’, que esta noche escribirá, gane o pierda ante Holanda, una de las páginas más brillantes de la historia de nuestro deporte. Durante las últimas semanas, el equipo dirigido por Del Bosque se ha convertido en un poderoso elemento de cohesión nacional. ‘La Roja’ ha sido el equipo de todos. La más deslumbrante manifestación de que podemos estar en la élite deportiva, de que nuestros símbolos nacionales nos unen y de que los particularismos regionales son irrelevantes cuando hay un proyecto común del que podemos sentirnos colectivamente orgullosos. Llevados por el entusiasmo hemos convertido en el gran oráculo de nuestro destino inmediato a un pulpo llamado ‘Paul’, un invertebrado visionario para la España invertebrada de Ortega, un animal con los pies en la cabeza que nos hace soñar con un triunfo esta noche en la final de Sudáfrica. Hemos vivido días de tan intensa explosión emocional que el veredicto del cefalópodo alemán ha competido en atención mediática con el fallo del Constitucional sobre el ‘Estatut’. Ni Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy han eludido pronunciarse sobre ‘Paul’ en este torbellino de pasión, que se desató con el premonitorio triunfo de la selección en Nueva Condomina en la antesala de este Mundial inolvidable. Nuestro periódico ha tratado de reflejar ese sentir y al mismo tiempo insuflar ánimos a un equipo de fútbol que ha maravillado al mundo con su juego colectivo. Como homenaje a la afición y como un último empujón de ánimo a la selección, la portada que hemos preparado hoy para ‘La Verdad’ es verdaderamente especial. La ilustramos con el cuerpo de un joven pintado con mensajes de apoyo al combinado nacional y de confianza en nuestras posibilidades sobre el fondo de nuestra bandera, la bandera de España. Todos confiamos en la victoria, pero cualquiera que sea el resultado nadie nos podrá arrebatar estas semanas de ilusión, de orgullo compartido y de saber que podemos brillar entre los mejores.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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