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La tromba de agua que ha originado daños por valor de más de un millón de euros en Águilas y serios destrozos en Mazarrón debería suscitar una seria evaluación sobre los esfuerzos acometidos en la prevención de las riadas que periódicamente azotan la Región. La furia torrencial de la lluvia caída el pasado martes destapó hechos puntuales difícilmente explicables, como la aparente permisividad del Ayuntamiento de Águilas con el temerario aparcamiento de vehículos en el curso de una rambla y la ubicación de viviendas en una zona proclive a las inundaciones en Mazarrón. Las características de la tormenta dejaron también en evidencia las actuales limitaciones técnicas y científicas para predecir con suficiente antelación la posible irrupción de estos fenómenos meteorológicos tan localizados. Lo sucedido no empaña la buena labor profesional de la agencia estatal Aemet, pero algunos detalles ocurridos durante este episodio deberían ser revisados internamente para mejorar este vital servicio, como el ‘apagón’ del radar regional durante un hora el día de la tromba o su incapacidad para detectar nubes tormentosas en capas bajas. Todo el análisis de los factores concurrentes en las inundaciones vividas esta semana no debe orientarse a la búsqueda de chivos expiatorios sino a extraer lecciones de posibles errores para que contribuyan a atenuar el impacto de estos fenómenos naturales extremos que se ceban con el sureste español. Es una amenaza bien conocida y en la que se ha avanzado mucho en los últimos años, a través de iniciativas como el Plan General contra las Avenidas en la Cuenca del Segura. Pero como ha informado ‘La Verdad’ a lo largo de esta semana, buena parte del trabajo está por hacer ya que aún hay cauces en localidades del litoral que siguen desbordándose por lluvias torrenciales. De nada servirán todos los esfuerzos si persiste la contumaz tendencia a ocupar zonas inundables con viviendas, cultivos e invernaderos, a variar el curso natural de las ramblas o planificar la ordenación del territorio sin tener en cuenta las peculiaridades meteorológicas y orográficas de cada lugar. A los dirigentes de distinto color político con responsabilidades en la administración central, regional y local hay que exigirles mejor coordinación y colaboración en la prevención de riesgos naturales. Afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas en esta ocasión, pero la magnitud del riesgo debería encauzar este reto por sendas más constructivas y alejadas de esa riada de descalificaciones mutuas a las que no tiene acostumbrados parte de la clase política. Que esos lodos no degraden la gestión de lo público es la demanda de la mayoría de los ciudadanos en los tiempos que corren.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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