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La alineación de Rajoy

Una fotografía de Mariano Rajoy en la puerta de La Moncloa y un titular descarnado: «¿Es éste el hombre que salvará España?» Con ese escepticismo, no carente de un cierto desdén que viene de lejos, recibió el semanario ‘The Economist’ al nuevo presidente del Gobierno días después de la sesión de investidura en el Congreso de los Diputados. La idea fuerza de la crónica residía en la falta de concreción de las medidas que tomará para enderezar la economía española. Está visto que Rajoy no podrá disfrutar de una tregua de cien días, al menos en Europa, y el propio presidente ya ha hecho saber que el próximo viernes llegarán las primeras reformas de choque. Lo llamativo de la reacción de la publicación británica es que contrasta con la eufórica respuesta doméstica al discurso de investidura y, sobre todo, a la composición del nuevo Gobierno. Ciertamente, Rajoy acierta en líneas generales al formar un ejecutivo sin concesiones a la galería, formado por veteranos políticos con experiencia en gestión y de su máxima confianza. Frente a la política de gestos que caracterizó a Zapatero, rayando en muchas ocasiones en la vacuidad más frívola, Rajoy se ha despojado de cuotas territoriales o de género para formar un equipo claramente orientado a superar la crisis económica y con amplio conocimiento de los entresijos europeos, el complejo escenario donde el futuro inmediato de España se dirime en los próximos meses. Tan centrado parece en esa acertada estrategia que cometió el error, totalmente inexcusable, de presentar a su Gobierno con una sucinta lectura de sus nombres y cargos, sin explicar por qué los considera los mejores para cada puesto y cuáles son los objetivos básicos de la nueva estructura del Ejecutivo. Y todo ello sin admitir preguntas de los informadores. Hizo bien durante dos semanas en guardar un hermetismo absoluto, pero resulta incomprensible que sustancie su primera relevante acción de gobierno despachándola de manera tan torpe. Las primeras horas de gobierno de Rajoy desvelan las fortalezas y debilidades de quien puede ser el hombre que salve a España, parafraseando a ‘The Economist’. El presidente tiene el aval de los resultados electorales, una mayoría parlamentaria abrumadora, unos criterios de sensatez en su acción política que le hacen tranquilizadoramente previsible y sobre todo una opinión pública que en estos momentos asume la necesidad de hacer sacrificios para salir cuanto antes de la crisis. La principal duda es si sabrá manejar los mensajes, los gestos y otros aspectos formales que el equipo de Zapatero empleaba con una soltura envidiable. Pronto saldremos de dudas. Mariano Rajoy ya tiene a sus trece jugadores sobre el terreno de juego. Es una buena alineación, pero sale al campo a mitad de un partido que se pierde por goleada y que debe remontar a toda prisa en un césped embarrado y con el público de fuera especialmente en contra. La primera jugada ha generado la confianza necesaria en una opinión pública que, como mostraron las urnas, pedía a gritos un cambio. Tendrá ahora Rajoy que ganarse en Europa una credibilidad que nadie regala por esos pagos, a base de medidas de calado que inicien la recuperación del país y muestren un compromiso real con los objetivos de déficit. Suerte presidente.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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