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Impuestos y votos

Si el mayúsculo error económico de Zapatero fue no reconocer la crisis y demorar el recorte del gasto público como le pedían todos los organismos internacionales, el de Rajoy está siendo no encarar el creciente empobrecimiento y la desigualdad que origina el paro de larga duración y las medidas para salir de este hoyo. La OCDE aseveró esta semana que España es el segundo país miembro, tras Grecia, donde más aumentó la brecha entre ricos y pobres por la pérdida masiva de empleos, la subida de la fiscalidad y la rebaja salarial utilizada para reducir costes laborales y ganar en competitividad. En la misma dirección apunta otro informe del IVIE y la Fundación Bancaja, que señaló el jueves a la Región como uno de los territorios donde más se incrementó la pobreza. Pero antes fueron Oxfam, Cáritas… El crecimiento de las desigualdades tras la crisis financiera de 2008 es un problema global. Lo reitera a menudo el Papa y lo reconoce hasta Obama, en un país donde uno de los libros más vendidos en las últimas diez semanas, obra del economista Thomas Piketty, aborda esta cuestión. Actuar sobre los impuestos es una de las pocas vías posibles para mejorar los ingresos de las familias y generar puestos de trabajo si, como sucede en España, sigue siendo preciso controlar el déficit, un mandato de la UE y de nuestra Constitución. Hace lo correcto el Gobierno al rebajar impuestos. No solo porque lo prometió antes de las elecciones generales y luego hizo lo contrario. Incidirá en la renta disponible, mejorará el consumo y en algo favorecerá la creación de empleo. Se notará desde enero cuando las retenciones se reduzcan en la nómina de los asalariados. Sin embargo, la ambiciosa reforma tributaria anunciada se queda básicamente en una rebaja fiscal del IRPF y del impuesto de Sociedades. Lo conocido se parece poco a las recomendaciones de la ‘Comisión Lagares’, los ‘sabios’ elegidos por el Ejecutivo para repensar el sistema tributario. También dista mucho de las propuestas del FMI, el Banco de España y la Comisión Europea, que, preocupada por una relajación en la lucha contra el déficit, pedía subir el IVA y reducir cotizaciones sociales. Montoro optó por una rebaja fiscal «a todos», pero lo cierto es que no a todos beneficiará por igual. Los menos afortunados serán las clases medias (o lo que queda de ellas). Los españoles con trabajo y menos ingresos serán un poco menos pobres, pero la desigualdad perdurará porque las rentas altas también salen ganando. Si en esto queda la reforma, es muy corta en cuanto a creación de empleo, lucha contra el fraude fiscal y desde luego no acaba con la maraña tributaria, donde, en paralelo a la administración central, comunidades y ayuntamientos actúan descoordinadamente y con una dispar, pero casi siempre rampante, sobrecarga fiscal a empresas y ciudadanos. No es de extrañar la cautela general. Todo desprende un inconfundible aroma electoral en la antesala de citas en las urnas en 2015 y 2016.

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