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Kabuki

Por muy épicas que tronaron las evocaciones a Suárez y a una segunda Transición, con el icónico cuadro ‘El abrazo’ de Juan Genovés como telón de fondo, el acuerdo de Rivera y Sánchez es, a día de hoy, un guiño programático al tendido electoral entre dos partidos que están lejos de conformar la imprescindible, y recomendable, gran coalición que la aritmética y el sentido común exigen para la gobernabilidad de España desde posiciones reformistas y moderadas. La escenificación solemne del pacto no repara la debilidad numérica de quienes, con una transacción exprés, han construido un puente que se queda a mitad de camino y no llega a ninguna orilla por falta de suficientes pilares. El pacto nace parco en profundidad sobre asuntos prioritarios, pero sobre todo sin el mínimo andamiaje para su viabilidad, ya que cualquier reforma de la Constitución precisa del PP, con capacidad de veto en ambas Cámaras.

Rivera y Sánchez han protagonizado lo que en Estados Unidos llaman ‘política Kabuki’, una representación teatralizada, al modo tradicional japonés, donde se sobreactúa para enmascarar el corto recorrido de lo que se anuncia o presenta. Y lo cierto es que, tras barajarse los naipes programáticos de unos y otros, se parió un acuerdo que, con sus puntos débiles, tiene la fortaleza de haber aunado las posiciones socialdemócratas del PSOE con las más liberales de Ciudadanos, con propuestas en materia de regeneración que son necesarias (si se aplican sin doble vara de medir) y con un giro social apreciable tras los duros años de ajuste. Pero que sea moderado y centrista en su orientación, o que se quede corto al abordar la solución al déficit hídrico del sureste, es irrelevante ahora porque lo que se dilucida en este juego de espejos de los pactos es, por encima de todo, quién gobernará en La Moncloa. Y eso explica tanto las cesiones del PSOE a C’s en temas sensibles para su interno (las diputaciones provinciales), como la oposición frontal del PP, que habiendo ganado las elecciones no apoyaría una presidencia de Sánchez ni aunque este presentara un programa de gobierno idéntico al suyo. Y viceversa.

Salvo sorpresa mayúscula, el líder socialista perderá las dos primeras votaciones de investidura, lo cual no significa que sus opciones estén agotadas. El Congreso de los Diputados es hoy un espacio libre de evidencias y ningún pronóstico reúne las mínimas garantías de acierto. Si pasados dos meses se vuelve a las urnas el 26 de junio, Sánchez puede verse favorecido. Hace semanas se le daba por muerto y ahora es él quien lleva la iniciativa. El pacto de ‘El abrazo’ le ha resucitado como candidato ante los suyos. Y nadie podrá afearle que no intentó fraguar un acuerdo para evitar otra llamada a las urnas. Así pues, esta operación política de trasfondo electoral le puede salir rentable. Sobre todo porque no lo han podido hacer peor Rajoy e Iglesias desde el 20D. La renuncia a intentar la investidura en primera instancia, y la cascada de imputaciones que han roto al PP en sus bastiones de Valencia y Madrid, dejaron al presidente en funciones tan aislado y sin visión de lo que sucede a ras de suelo, como lo estaba Simeón el Estilita en lo más alto de su columna. Entre otras razones porque nadie de su Ejecutiva tiene los arrestos para gritarle desde abajo que el rey camina desnudo, salvo el presidente de los populares de Vizcaya, que está hasta donde ya saben de la corrupción en sus filas. Es verdad que la negativa de Sánchez a negociar dejó sin margen a Rajoy, aunque este rechazó la mano tendida por Rivera, jugándoselo todo al previsible fracaso del PSOE. A eso se le llama jugar a la ruleta rusa. Por su parte, Iglesias ha evidenciado ante sus votantes cuáles eran sus verdaderas prioridades políticas. Y su coalición electoral se deshilacha porque Compromís ha comprobado que no necesita a Podemos, las ‘mareas’ gallegas pueden precisar del PSOE para sus próximas elecciones y la fidelidad de las ‘confluencias’ catalanas está en el alero. En suma, todo está abierto en este proceso que dirimen el señor de Pontevedra que gobierna en funciones, el voluntarioso candidato que aspira a gobernar tras la más severa derrota en la historia del PSOE, el reformista exprés que ahora sí entraría en un Gobierno aunque no lo presida y el líder radical que tardó microsegundos en postularse para vicepresidente con el fin de controlar todo el poder nuclear del Estado.

Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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