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De PISA y otras brechas

La Región, la única comunidad donde crecen el número de universitarios, lidera el incremento del abandono escolar temprano y tiene una de las tasas más altas de jóvenes que abandonan los estudios tras la escolarización obligatoria

Cada tres años, desde hace dieciséis, el proyecto PISA evalúa las competencias en comprensión lectora, matemáticas y ciencias de los alumnos de 15 años en 72 países. Se trata de una herramienta impulsada por la OCDE para examinar la marcha de las políticas educativas y asesorar a los Gobiernos que las implementan. No son pocos sus detractores en la comunidad educativa internacional, que alegan cómo estos ‘test’ de competencia elaborados por la empresa Pearson están reorientando los modelos y prioridades de los Gobiernos para, básicamente, salir mejor retratados en las radiografías de PISA. Gusten o no, lo cierto es que son la vara de medir utilizada internacionalmente, pese a que los modelos de enseñanza y las condiciones socioeconómicas y culturales son muy distintas en los países participantes. España mejoró en 2015 sus puntuaciones y su posición relativa, situándose en la media de los países desarrollados (EEUU, Francia, Austria, Noruega, Suecia…). Aún así no cabe la autocomplacencia porque, a diferencia de naciones como Portugal, que dio un salto histórico, España sube peldaños porque los resultados generales de la OCDE empeoran. Sumidos en el grueso del pelotón, permanecemos estancados a una distancia abismal de los países de cabeza. Midiéndose consigo misma, la Región mejora levemente en este trienio y eso es una novedad positiva. Dicho esto, no hay motivos para lanzar cohetes. Solo para seguir trabajando. La mejoría en las notas es modesta y avanzamos unos cuantos asientos, en parte por el regreso de Canarias al estudio PISA, con quien compartimos furgón de cola en el tren educativo, muy lejos de la media española y de la OCDE.

De nuevo, PISA ha revelado un gran desigualdad regional. El norte, con mayor nivel de renta, cosecha mejores puntuaciones que el sur, con Andalucía, Canarias, Extremadura y Murcia liderando las peores notas. Si se tiene en cuenta el llamado índice social, económico y cultural (ISEC), que refleja cuestiones como la ocupación profesional y el nivel educativo de los padres, así como los recursos disponibles en el hogar (número de libros u ordenadores), nuestra puntuación en Ciencias sería de 508 puntos, es decir, subiría 24 puntos, situándose a la altura de la media española, Francia o Nueva Zelanda, y por encima del promedio de la OCDE.

Salta a la vista que las desigualdades socioeconómicas entre la España rica y la pobre son una causa fundamental de desigualdad competitiva en materia educativa. Sin embargo, el menor nivel de renta no puede servir de excusa o de bálsamo porque inciden también otros factores, como las diferencias en inversión educativa, la ratio de alumnos por aula, la formación y apoyo al profesorado… que explican porqué, tanto en el norte como en el sur del país, algunas regiones logran mejores resultados que sus vecinas. Esgrimir el ISEC para justificar los mediocres datos regionales de PISA solo vale hasta un cierto punto.

Existe, además, un fenómeno muy acusado en la Región de Murcia que lastra los resultados en PISA y alarma a la OCDE: la altísima tasa de alumnos repetidores. De los 30 alumnos que se sientan en un aula de cuarto curso de Secundaria, de cualquier instituto de la Región, como media 12 han repetido al menos un curso. Murcia tiene el segundo porcentaje más alto de España de alumnos que estudian uno, dos y hasta tres cursos por debajo del que les corresponden a sus 15 años. Y PISA examina a los alumnos de esa edad, independiente del curso que realicen. Frente a los repetidores, los alumnos murcianos que estudian en su nivel correspondiente obtienen hasta 200 puntos más en los ‘test’. Esa enorme desigualdad en comprensión lectora, matemáticas y ciencias entre los adolescentes murcianos revela otra preocupante brecha, esta vez interna. Eliminar a los repetidores de las estadísticas para tranquilizar a los padres de los estudiantes más competentes no exime a las autoridades de su responsabilidad porque los repetidores forman parte del sistema educativo. Son, de hecho, hijos de un modelo que ha conocido siete leyes en tres décadas, para desánimo de la comunidad escolar. Habrá que preguntarse si los institutos de la Región, como señala la Asociación de Directivos de Enseñanza Secundaria, ofrecen suficientes alternativas a los alumnos con dificultades, bien en Secundaria o por la vía de la Formación Profesional. Habría que al menos plantearse si repetir curso debe ser una medida más excepcional, como pide la FAPA. Algo falla clamorosamente si, a todo lo anterior, sumamos que la Región encabeza la tasa de abandono escolar temprano. Lejos de mejorar, empeora en cada estadística. En el tercer trimestre del año, el abandono escolar temprano bajó un 19,4 % en todo el país mientras que aquí se incrementó un 2,6%, la mayor subida de todas las comunidades. Murcia ostenta, por si fuera poco, uno de los porcentajes más altos de jóvenes que abandonan los estudios tras la escolarización obligatoria hasta los 16 años. Nada menos que el 26,2% de los adolescentes dejan de formarse a partir de esa edad, siete puntos más que la media española.

Y, sin embargo, mientras buena parte de los campus pierden alumnos, el número de universitarios aumenta en la Región. Murcia es la única comunidad donde se mantiene al alza el número de estudiantes por el crecimiento de la UCAM y la congelación de tasas en las universidades públicas. Lo que lleva a concluir que la Región está formando a muchos universitarios de otras comunidades, a las que retornarán cuando terminen su formación. De modo que antes de lanzarse al enésimo intento de pacto educativo más valdría que los partidos aparcaran el sectarismo ideológico y analizaran a fondo cuáles son las carencias y las necesidades reales de Murcia, un paradigma de múltiples desigualdades educativas, hacia fuera y hacia dentro. Quizá lo más oportuno sería preguntar primero a los docentes. Si la Región mejoró sus puntuaciones en un contexto de mayor número de alumnos de Secundaria por aula y recortes en becas, algo habrán tenido que ver nuestros maestros.

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