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Más de lo mismo

El político piensa en las próximas elecciones, el hombre de Estado en la próxima generación. Lo dijo uno de los estadistas más célebres de la época victoriana, William Gladstone, aunque siglos después la idea sigue vigente. El presidente Rajoy confiesa que los Presupuestos del Estado para 2012 no gustan a nadie, pero sostiene que eran la única alternativa para evitar una intervención de nuestra economía, como la vivida por Grecia y Portugal con graves consecuencias para, al menos, la siguiente generación de ciudadanos. Si la UE y el FMI toman el control de nuestras cuentas públicas no habría piedad (desaparición de tres mil ayuntamientos, copago, subida del IVA y otros impuestos…). Desde esa perspectiva era ineludible el colosal ‘tijeretazo’ del gasto público para cumplir con el objetivo de déficit. Rajoy se comportó como un hombre de Estado al fijar la cuantía del recorte, pero como un político más al aceptar los criterios de distribución decididas por el ministro Montoro de los menguantes fondos. Cómo explicar si no la desproporcionada reducción de dinero para becas e investigación en relación con otras partidas mucho menos relevantes para el futuro del país. Se puede entender el sentido último de estos Presupuestos, pero difícilmente la pauta con la que fueron elaborados y la arquitectura final de prioridades. El Gobierno explicó poco y mal sus cuentas, de las que reniega públicamente, cociéndose en su propio jugo y atribuyendo toda la responsabilidad del regusto de este guiso a la herencia Zapatero. Los Presupuestos (esperemos que así sea) servirán para no caer por el precipicio, pero no son el cambio de inflexión preciso para solventar cuestiones pendientes que son relevantes para la Región de Murcia. Lo dijimos el jueves en estas páginas: el descenso del 29% en las inversiones estatales para infraestructuras puede ser comprensible por la actual coyuntura, no así que se reciba un 4% menos de fondos que la media nacional. Con este parón de la inversión, Madrid seguirá teniendo un metro más moderno que Londres y Nueva York y la Región de Murcia una red ferroviaría sin un kilómetro electrificado. La brecha se mantiene y el modelo de la red de transporte en España sigue trazado por claves políticas en perjuicio de las económicas. El profesor Germà Bel, de la Universidad de Barcelona, ponía el dedo en la llaga en un reciente estudio: desde los tiempos de William Gladstone e incluso antes, la construcción de vías de tren y de carreteras estatales se realizaba en torno a la convergencia radial con Madrid como capital política, y no de acuerdo al potencial comercial de las rutas. A diferencia de Alemania, Italia y Reino Unido, nuestra política de infraestructuras no se vincula a la actividad económica y productiva. Por eso hoy tenemos la red de alta velocidad ferroviaria más larga del mundo y la menos comercial. Solo cuando se ha tenido que recurrir a los usuarios para financiar infraestructuras, con peajes o canon privado, se ha invertido donde había pulso económico y un gran tráfico, como el corredor Mediterráneo. No es de extrañar, pues, el poco entusiasmo con los Presupuestos en buena parte de las filas del partido del Gobierno y en el resto de fuerzas políticas. Y ya no por una cuestión de cantidad. Es que es más de lo mismo.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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