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Andrea Tovar

Querido millennial

El tiempo no cura, sólo anestesia

El tiempo no cura, sólo anestesia.

– Doctor, doctor, ¿qué me receta para curar este mal?
– Tiempo, querido paciente. Tiempo.

Un médico titulado, uno de verdad, con su licenciatura y su MIR y todo lo demás, jamás pronunciaría esta frase. En lugar de tiempo, recetaría algunos analgésicos, ansiolíticos, antibióticos, antihistamínicos o lo que fuera. Algo que empezara por a- o por anti-. Algo que calmara las emociones lo suficiente para sedarnos transitoriamente hasta que el mágico Señor Tiempo empezara a realizar sus funciones. Hasta que el potente Cuerpo se acostumbrara al dolor y fabricara los tejidos necesarios para combatir el mal.

En esa frase radica el mayor peligro de nuestro saber popular: el tiempo todo lo cura. Los que creen firmemente en ella se aferran a un factor externo a nosotros mismos, una unidad de medida que nos aleja del problema. Es frustrante darse cuenta de que la gente encara los problemas atendiendo sólo a estas dos medicinas: el tiempo y el espacio. No son nada de por sí, nada más que las dimensiones en que viajamos.

Así, seguimos esperando que ocurra algo en ese tiempo, o cambiamos las circunstancias externas poniendo espacio de por medio. Todo para convertirnos en sujetos pasivos de nuestra propia vida. Nos pasamos los días, los meses, los años, esperando que evolucione lo demás, y quizá de este modo y por acción indirecta, que ese vaivén nos salpique e inunde las entrañas. Cuando ocurra x estaré mejor. Seré feliz cuando cambie de trabajo, de pareja, de ciudad, cuando los hijos se independicen, cuando me jubile. Cuando me muera. Al final, lo que ocurre es que detrás de esas dinámicas sigue agazapado el problema, latente y punzante, sólo que suavizado por el analgésico.

¿Qué sabrá una veinteañera del tiempo?, se preguntarán muchos lectores. Algo sabemos los jóvenes del tiempo, me atrevería a contestar. Empezamos a entenderlo cuando sufrimos los primeros efectos del dolor. El tiempo y el dolor van indisolublemente ligados, pero por desgracia no son enfermero y enfermedad. Si no, atiende a los ojos vidriosos de los ancianos cuando relatan ciertos acontecimientos. Cuando explican los deseos pendientes de su vida, la quemazón de no haber hecho tal o cual cosa.

Los ancianos comprenden el tiempo porque a veces es cuanto tienen. Y eso les hace más sabios, por supuesto. A los que en teoría nos quedan otros dos tercios de la vida por consumir, según estadística, nos resulta relativamente sencillo abandonarnos a la marea y confiar en el refrán. Sólo que la marea, cuando te dejas ir en estado vegetal, hace contigo lo que quiere.

Resulta mucho más fácil confiar en parámetros físicos que en las propias capacidades. Ése es el quid de la cuestión. Nadie te dice, bueno, ahora te toca echarle huevos y encarar tu vida, tomar decisiones. Nadie te dice, adelante, tienes un gran trabajo pendiente contigo mismo. Nadie te anima a tomas las riendas del barco. Simplemente te recetan todas esas cosas que empiezan por a- o por anti-, como una especie de mal augurio sobre la responsabilidad en el propio bienestar emocional, sobre la felicidad consciente.

En fin, hoy me toca a mí decir que nada ni nadie va a conseguir que eso ocurra más que tú mismo. El tiempo va a anestesiarte, a enquistarte las heridas, las cicatrizará, supurantes, en algunos casos, pero jamás repondrá por arte de magia las condiciones adecuadas para que seas alguien pleno y dichoso.

Los a- y anti- van bien para un tiempo. El propio tiempo funciona durante un tiempo. Luego deja de hacerlo. Congela las situaciones y aleja las personas, las convierte en un recuerdo remoto. El tiempo no es tan buen consejero, ni un curandero infalible, porque no puede serlo cuando en ocasiones nos parece un cabrón perverso y la mayor estafa de la existencia por estos motivos.

Y es que atribuimos el peso de la existencia a ese parámetro general, que de por sí no hace más que mecernos de un día al siguiente. Lo que hacemos con esos días es única y exclusivamente nuestra responsabilidad. Ya se dice en la fantástica serie Please Like Me (Netflix): Vivir no es lo mismo que sobrevivir. Estamos demasiado cagados de miedo para atrevernos a tomar las riendas. Y por eso, esta parte central del refranero español merece ser cercenada y dilapidada. El tiempo no cura todo. Lo curas tú, si eres valiente.

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Los millennials entramos en la treintena. www.andreatovar.org


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