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Andrea Tovar

Querido millennial

Manual para ser una víctima heroica

Vía Tumblr (fuente: xohannahance)

Vía Tumblr (fuente: xohannahance)

 

No, no es una contradicción. A juzgar por la configuración de los delitos contra la libertad sexual del Derecho Penal en nuestro país y por las resoluciones judiciales que lo aplican, se puede ser víctima y heroína a la vez.

Para procurar el favor de la opinión pública y el respaldo del Poder Judicial, llegado el momento, conviene acatar los siguientes preceptos.

Cierto es que conllevan un riesgo aún mayor: desde una pequeña paliza hasta la propia vida. Pero la reputación lo vale, ¿o no?

En primer lugar, chiquilla, conserva tus armas: sobriedad, apariencia casta. Evita la nocturnidad excesiva y las actuaciones independientes, que son asumidas como temeridades solitarias. Mantén estos principios siempre en mente, pues en su momento algunos se atreverán a valorar tu grado de experiencia pasada entre las sábanas, haciendo estimaciones al aire, o a calificar con adjetivos como «repugnante» unas eventuales prácticas, más o menos extendidas.

Además, da cien pasos hacia atrás en el camino del progreso para volver a comprender que el hombre es el enemigo, o cuando menos, alguien de quien sospechar. Si conoces a un grupillo de gente maja, piensa en violación, en destripe, en masacre. Anticípate si la charla es animada, huye si tratan de entrar en cualquier sitio contigo. Máxime si se acercan a un hotel, posada o derivado: eso debe significar que quieren penetrar todos tus orificios sin permiso.

Y lo más importante: cuando se dé el caso, cuando por tu culpa –te habrás saltado alguna de las anteriores normas, claro- te erijas en víctima entre un batallón de torsos peludos, recuerda sacar una fuerza ingente, explosiva, mortal, definitiva, de algún rincón de tu alma temblorosa. Grita y llora, pega algún puñetazo al aire, amenaza con débiles palabrotas. Esto es crucial, querida víctima. Si no te haces la heroína, tu pasividad podrá interpretarse como asentimiento.

El grado de consentimiento en épocas recientes debía ser flojito a veces. Sí: entra, haz, acaba. A lo mejor nadie prestaba atención a las muecas de dolor o al gemido silencioso. No jadeo. Gemido. Lloroso.

Quizá por eso alguien pueda mirar unos ojos cerrados que buscan no ver y no sentir y apreciar que una mano mecanizada no es coaccionada, sino proactiva. A lo mejor hace falta convertirse en un cadáver o pelear con las entrañas, una de dos, para provocar la ira de los agresores y que estos puedan ser considerados como tales. En caso contrario, serán una pandilla de abusadores cualquiera.

Via Tumblr (fuente: ufukedmeup-usikfuk)

Via Tumblr (fuente: ufukedmeup-usikfuk)

Sería gracioso que alguien pudiera elegir en un momento así: si cabrearse o quedarse quieta, si obedecer o rebelión. Sería gracioso que además, se juzgara a la víctima según la reacción a la amenaza. Y el colmo del chiste sería que, en función de esa reacción, se tipificara como una cosa u otra. Para troncharnos de risa: que si ella se rebotara y ellos necesitaran pegarle un guantazo o amedrentarla un poco más, les cayeran el doble de años entre rejas; pero si le saliera quedarse pasmada, el tinglado se redujese a la mitad.

Si no te pegan, es porque no hace falta. Si no te insultan, es porque no hace falta. En ese punto enfebrecido no saben ver tu dolor, ni les importa. Y no hay límites para una testosterona desbocada y animal, que ha olvidado sus orígenes humanos. Lobos, decían ellos. Una manada.

Pero bueno, al lío, querida víctima, que no nos vamos a poner exquisitos con esto. Que la ley es la ley y debe ser aplicada y amén y santas pascuas. Para que lo sepas, la próxima vez, repaso: mantén unas prácticas recatadas en la cama, y en ningún otro lugar. Intenta no lubricar en general, nunca, durante tu sana vida, por si luego te agreden y eso estaba ya ahí y no te producen desgarro, que con lesiones tienes más credibilidad. Busca, por eso mismo y en todo caso, que te hagan daño, y luego reza para no acabar como Diana Quer y tantas otras. En caso de que se aprecie claramente que no, que no y que no, salvarás tu reputación, aunque no sabes si la vida. Nada de excusas psiquiátricas: qué disociación, qué bloqueo ni qué niño muerto. Tú pelea, aunque en realidad no puedas preverlo porque actuará tu sistema límbico, y no el racional. Siéntete WonderWoman en plena violación. Saca pecho ante un corrillo de fieras que te superan en número y potencia destructora.

Que esa desventaja cuantitativa y cualitativa no se llamará intimidación, si no haces lo que te digo. No digas que no te avisé. Le denominarán «prevalimiento» para adornar un abuso más suave. Y luego algunos examinarán tu comportamiento, para ver si te sumiste en la mierda lo suficiente para merecer el castigo social de cinco buenos mozos que tanto prometían.

Nadie se fijará en los Whatsapps, en los antecedentes judiciales, en la premeditación, en el grado de ejecución del plan buscando un lugar donde hacerte lo que iban a hacerte sí o sí, nadie se fijará en que fue el guardia civil quien te robó el móvil para impedir tu primera respuesta defensiva. Incluso pensarán, algunos, que llorabas porque habías perdido «lo más preciado que tiene un adolescente», que –para mondarse otra vez- no es su dignidad y su amor propio, sino ¡el teléfono!

Querida víctima: si no te conviertes en heroína, no te queda nada. La lupa y el mazo caerá sobre ti, no sobre ellos.

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Los millennials entramos en la treintena. www.andreatovar.org


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