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Rodrigo Errasti

Abonado 360

Cambios y soluciones para no sentir vergüenza

Hace unos minutos que se ha confirmado oficialmente que el Rayo-Real Madrid se jugará, si no hay otro lamentable incidente de por medio, en unas 19 horas. Hasta hace un rato, los portavoces de la propia LFP transmitían mensajes y horarios diferentes. Un sainete vergonzoso. Eso sí, para sentir vergüenza, propia o ajena, es necesario tener un criterio, exigencia y respeto por tu trabajo e imagen. Cada vez dudo más que en este país muchas personas relevantes, de esas que deberían ser referencia, estén comprometidos con su trabajo y no puedan dormir sabiendo que están destrozando algo importante para muchas personas.

Uno pensaba que estaría aquí explicando las razones por las cuales José Mourinho apostó, como era lógico, por alinear a Ramos de titular tras castigarle días antes en el partido más importante del año. No voy a hablar de Varane, que en el estadio me pareció algo nervioso en su debut en partido oficial en la 12-13, porque lo pida Mourinho. Y es que, considero que la prensa debe elaborar sus informaciones lejos de los intereses de un entrenador, presidente, deportista o entidad. Por muy poderosa que sea.

Tengo que esperar unas horas para saber si, como decía Alkorta, una bronca en la caseta de Sevilla ayudará al Madrid a espabilar, como sucedió al Real Madrid con aquella famosa de Lleida. Todo porque hubo un sabotaje a la imagen de la Liga. Sucedió en Vallecas, pero pudo haberse producido en otro cualquier lugar. No fue cuestión de estadio humilde, porque el equipo que visitaba el barrio madrileño fue el hazmerreír en Europa hace años cuando unos descerebrados tiraron una portería abajo. ¿Por cierto, cómo se corta un cable sin quedar carbonizado? Parece cosa de CSI.

 

La imagen que transmite la Liga es lamentable. Lo hace el mismo día que dos grandes ingleses se miden en un partido espectacular, en el que ambas aficiones se respetan en el homenaje a unas víctimas. Aquí quizá hay más nivel, porque tenemos unos jugadores espectaculares ya que España es envidiada por la calidad de sus futbolistas, pero situaciones así, el estado económico de las entidades o el constante sainete de horarios dicen muy poco a favor de nuestra capacidad organizativa. Si las cosas se hacen bien, es justo mencionarlo. Si se hacen mal, también.

Lo que no soporto es menospreciar el trabajo ajeno… solo por eso, por no ser propio. Es muy de este siglo mirarnos al ombligo. Pensar que lo nuestro es lo mejor, y el resto no es bueno. En los últimos años se ha convertido en moda la negación del trabajo ajeno en el periodismo. Si es bueno, no se cita. Y en el caso de hacerlo, sólo para menospreciarlo. En todos estos años, aprendí que si algo era tan relevante para concederle importancia en mi medio, lo primero era citar y luego buscar la manera de continuar esa historia brillante que otro compañero destapó hasta el punto de centrar mi atención. Ahora se lleva despreciar a otros compañeros y su trabajo. Cuando todo el mundo se esfuerza en un bien común, el colectivo se hace más fuerte. Intentar hacer la guerra cada uno por cuenta debilita al grupo.

Eso mismo pasó en el Mundial de ciclismo. Valverde se llevó un bronce, pero la sensación (al igual que pasara en los Juegos Olímpicos) fue que España perdió mucho más que una medalla de otro metal. No voy a entrar en repartir culpas. Me quedo con la pena de no ver corriendo otro año a Óscar Freire con un maillot arcoiris. Un ciclista extraordinario, peor valorado por sus paisanos que lejos de nuestras fronteras.

Por desgracia, eso también parece ir ligado al ADN del país. Quizá deberíamos reflexionar y pensar en lo que estamos haciendo. Es más fácil decir que ‘este circo está montado así’ que esforzarse por remediarlo. Mejor quejarse, pensar en teorías conspiratorias y poner paños calientes, que luchar por cambiarlo. Sí se puede cambiar. Y hacerlo en poco tiempo. En eso sí le doy la razón a Guardiola.  Hace muchos años era impensable que España ganara un Mundial y que ganara dos Eurocopas seguidas”. Querer es poder. Y ahora se necesita querer. Con urgencia además.

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