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Lola Gracia

Vivir en el filo

La sobamática. En la era virtual me quedo con la piel


El contacto lo es todo en el ser humano. Abrazos, caricias, carantoñas, besicos, mordiscos, cosquillas. Todo eso. Ante esta crisis que nos obliga a trabajar el doble para cobrar la mitad, nos quedamos sin tiempo para el arte del sobe. Y he aquí que el otro día, tras pasar por el túnel de lavado de mi coche se me ocurrió la brillante idea: un artefacto, como el túnel, pero de sobeteos. Lo llamaremos la sobamática. Uno se coloca en una cinta transportadora y cientos de manos le achucharán, estrujarán, enlazarán su pecho, tomarán la cabeza con delicadeza y llenarán los párpados, mejillas y frente de castos besos, incluso de besos mariposa. ¡Necesitamos tanto amor! Estoy dispuesta a pasar por la sobamática en una apretura, que para eso existen personas de carne y hueso a las que ceñirnos y envolvernos y sentir el calor dulce que alimenta. Pero si vamos a tener muchas contraprestraciones –el arte de la mesura es complicado en asuntos carnales— me paso por la sobamática y listo. ¿Quién me dice a mí que no puedo recrear el momento más bello, aquel en el que estuve en los abrazos más queridos, aquel día de máxima felicidad?
Somos frágiles y poca cosa comparados con la eficacia del tiempo que aplasta las horas una tras otra sin conmiseración; comparados con la precisión matemática de los números, con la inexorable capacidad de los otros para hacernos daño el día menos pensado. Pero, ojo: como señalaba, la sobamática es para momentos de urgencia y en caso de no tener a mano algo mejor. No hagamos como los japoneses, que a partir de los 40 ni se miran, ni se tocan. Prefieren el sexo de cabinas, los vídeos pornográficos y las muñecas hinchables. Eso es más triste aún que andar falto de ternuras. Según una encuesta del 2007, más del 35% de los nipones hace más de un año que no hace el amor en su pareja. Que no follan, vamos.
Pero incluso más que el sexo, lo que necesitamos es el roce de la piel, el calor mamífero, enraizar con nuestro pasado más atávico y animal de machos y hembras, de manadas que, en vez de encabronarse los unos con los otros, se besan y se tocan.
En la era de la cibernética, de las amistades virtuales, reivindico la piel con piel. Por mi parte, todos los ciberamigos no serán amigos de verdad hasta que no los palpe con estas manitas que crecieron en el vientre de mi madre. El contacto es la clave porque la piel es muy sabia y porque si no, nos perderemos en las combinaciones alfanuméricas que son frías y sosas, que son aburridas y eficaces. Como cantaba Serrat: “De vez en cuando la vida nos besa en la boca”. Incluso, a veces, un beso de tornillo. Y si no, para una prisa, siempre nos quedará la sobamática

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


marzo 2012
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