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Lola Gracia

Vivir en el filo

¡¡Esos pelos!!

La noche electoral, frente a la tele, me percaté de que Rajoy se ha tintado el pelo ¿Por qué? ¡Pero si una buena cana viste mucho! Fíjate, Mariano, en George Clooney. Todos los grandes del cine, desde Bogart a Sinatra, de Brando a Robert Redford, cuando les salieron las canas, ahí se las dejaron, bien peinadas. Así que, fuera ese tinte ‘loreal-porque-yo-lo-valgo’. Mariano, hombre por dios, ¡No te pega nada!. Te lo digo sin acritud: déjate crecer la raíces, verás como baja la prima de riesgo.

El caso es que el pelo de Rajoy, que no la niña, me ha dado la clave. Queridos, llegados a determinada edad, a todos os da por haceros cosas raras en el pelo. La alopecia os empuja a unas depilaciones «bola de billar» que me asustan. Me encuentro con un «cabeza rapada» por la calle, de noche, en un rincón, y por mucho que le conozca, te juro por Arturo, que sucumbo al pánico. Aparte de eso, para lucir ‘cool’ este no-pelo es preciso contar con una cabeza bonita, sin deformar, tipo Beckham. Caraconos del mundo: cuando os veo me entran unas ganas horrorosas de meteros en un platillo volante y, ¡Hala, con vuestros congéneres! ¡Al espacio exterior!.

Dejad de raparse tanto el pelo, de verdad os lo pido. Un corte al uno, al dos; un corte pelo escoba, vale; pero veros la melona brillar es pornográfico, gore; me parecéis vísceras con patas y no sigo porque alguno puede deprimirse más de la cuenta y no, eso nunca, amores míos.

Hay otro tipo de hombres. Los no alopécicos. Esos que han sido ejemplos de rectitud y seriedad y traspasada la barrera de los 40 comienzan a dejarse greñas (que no cabello, un cabello largo exige mucha tenacidad y constancia, como sabe Eva Longoria) colocarse ‘tatoos’, pulseras y collares. Hombre, no. Tampoco es eso. Un señor mayor de cincuenta con un corte por los hombros me desconcierta. Y sí, conozco a unos cuantos. La única ventaja que tienen es que la peluquera siempre les dice: «Tiene usted una cana muy bonita». Y se van tan contentos a su casa.

Señores, teñirse es lo último. Hay soluciones. Ejemplo: que tu cana amarillea, te echas un plis de esos de las abuelas. Queda mucho mejor el pelo azul que ese pelirrojo con brillo al aceite de argán que parece gritarle al mundo: «¡Sin amoniaco, sin amoniaco!». No, señor Rajoy, yo sé que lo intenta, pero tintarse el pelo no es la solución. Y aún diré más: este país no saldrá de la crisis con esos nefastos asesores de imagen. ¡Si no es tan difícil! Basta con copiar a Clooney: todas las canas en su sitio y trajes impecables de raya diplomática, que estoy de sastres azules y grises hasta la pepitilla. Y a los demás, dejaos el pelo tranquilo, porfaplis, que os veo camino de la mutación alienígena y acabaréis por hacerle el amor a las plantas. Vosotros veréis.

 

Publicado en La Verdad en noviembre de 2011

Imagen de The Guardian.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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