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Lola Gracia

Vivir en el filo

Bretón

 

 Hay padres que deciden convertir en barbacoa a sus hijos. Hay
madres que transforman el cargador del móvil en una potente arma asesina. La
fuerza del rencor es tan enorme que el monstruo asoma sus dientes en personas
de apariencia anodina que, con una incomensurable sangre fría, mienten. Mienten
a la policía, mienten a sus vecinos, mienten a su familia.
Todos sabíamos que Bretón era un hijo de puta sin corazón,
lo que no nos explicamos es cómo un antropólogo ha dado con los huesos y los
dientes de las criaturas y los polis no. Bretón es ese tipo de manso
sinsustancia que vemos venir desde lejos. Algo nos dijo que no había esperanza.
Ese mismo algo que tenía en mente la madre. Ruth y José ardieron ante los ojos
de su padre. Dios sabe qué hizo con ellos antes. La finca de Las Quemadillas
(ese título premonitorio) es testigo mudo de lo acontecido, de cómo este tipo
ruin, con su cachaza y su mala hostia, montaba la infraestructura para no dejar
de sus hijos ni el polvo, para no legarle a esa madre ni el consuelo ínfimo de
visitar una tumba.
Es antinatural sobrevivir a tus hijos y es una monstruosidad
acabar tú mismo con la sangre de tu sangre. Y no le encuentro explicación
ninguna, como no se la encuentro a esos progenitores que convierten a sus
hijos en chivos expiatorios de sus grandes males, de la desesperación de sus
vidas, del fracaso de sus matrimonios.
Bretón ha sido atroz, terrible, eficaz, tajante, frío,
cruel, pero hay otras muertes lentas que minan la autoestima, la seguridad y la
prosperidad de esos que son carne de tu carne. Lo vemos continuamente y es
atroz asimismo el no poder tomar cartas en el asunto. Hay parricidas y hay
delincuentes contra la más tierna infancia y adolescencia. Padres que violan a
sus hijas y las embarazan; otros que los utilizan como mano de obra barata y
los que negocian con ellos, como si fueran las piezas de un parchís.
Dios nos libre de algunos progenitores, que Ruth y José
descansen en paz. Esa paz que ya no tendrá su madre ni un solo día de su vida,
que se preguntará una y otra vez por qué dejó a sus hijos en manos de un criminal, por muy padre suyo que fuera, Yo, por mi parte, espero la justicia
carcelaria para este asesino. La otra me parece muy floja en casos como este.
La imagen es de ABC.ES

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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