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Lola Gracia

Vivir en el filo

Amor low cost

 



España adora a los muertos. Sólo hay que ver el ejemplo del querido Adolfo Suárez. Estamos en un país que desconfía de los intangibles, apenas tiene fe en los conceptos, desvaloriza, copia y prostituye las ideas y, sin embargo, no hay como morirse — es decir, convertirse en nada– para que todo el mundo vuelva su rostro hacia alguien a quien la sociedad había abandonado a la soledad de esta enfermedad terrible, que te obliga a contemplar como se desvanece ese alguien a quien amas, como se desintegra, se convierte en una imagen borrosa de sí mismo. Damos algo de asco, esa es la verdad.

España nunca me ha gustado pero es que vamos a peor. Antes teníamos un punto de solidaridad ahora, al igual que ocurre en el resto del planeta, hemos convertido los afectos, las amistades y el amor en algo low cost. Es decir, en una mierda.

Estoy harta de personas que te confiesan lealtad, pasión, cariño y deseo eternos hasta el momento en el que necesitas algo de eso.  Apenas una pizca. Palabras huecas: “eres mágica” –me han dicho– “eres de porcelana”, “no me cansaré jamás de ti”. No os voy aburrir con las cursiladas y tontás que una tiene que leer con casi 10.000 seguidores en las redes sociales. Y sí,
algunas de esas personas pueden aparecer como agarradero en el momento del naufragio pero, como decía Truman Capote, yo no tengo amigos. Y si tengo alguno, caben en los dedos de una mano y me sobran dedos. ¿Donde quiero llegar con esto? En que vivimos en una farsa continua. Los homenajes a Suárez estos últimos días me han provocado naúseas. Un vértigo de mentiras y falsedades ¿Quién se acordó de apoyar a su familia los días difíciles? Damos mucho asco.

Si en “Edad de la inocencia” Edith Warton denuncia una sociedad vacía repleta de normas y sobreentendidos. Nuestra farsa tiene otro color. Es la farsa del buenismo, de frases pomposas como “aportar valor “pero todo está lleno de vende-motos que serían incapaces de dar su vida, ni un minuto de su tiempo por ayudar de verdad a alguien que los
necesita
. Todo lo solidario va asociado a una marca.  Pues miren, yo creo en la solidaridad anónima y espontánea. Es la única que me vale.

Estamos solos. El selfie es su máxima expresión. Una gran mayoría de personas le tienen auténtico terror a la interacción humana y real. El whasapp les protege del mundo. Houellecq tiene razón “nos hemos vuelto fríos, racionales, extremadamente conscientes de nuestra existencia individual; ante todo, queremos evitar la alienación y la dependencia”.

Hoy se folla poco y mal. Y lo más importante, casi nadie folla con auténtico amor. Como dice H: “Es imposible hacer el amor sin una cierto abandono, sin la aceptación de un cierto estado de dependencia y debilidad. La exaltación sentimental y la obsesión sexual tienen el mismo origen, proceden del olvido parcial de uno mismo”.

Pero señores, hoy nadie se olvida de sí mismo.  La muerte de Suárez nos pone ante los ojos lo llenos que estamos de nosotros mismos. No dejamos sitio para nadie ni para nada más en nuestro corazón. Eso sí, tenemos un amplio abanico de frases
biensonantes para quedar bien
.

Odio el yoísmo pero, a veces, la vida te muestra que eso es lo que tienes. Lo que tenemos. En el fondo, detrás de tantas buenas palabras, en el fondo no le importamos un carajo a nadie. El low cost se ha impuesto, los hombres valientes se mueren y nuestra sociedad está abocada a una verborrea estéril y estúpida. Qué asco damos.

 

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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