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Lola Gracia

Vivir en el filo

Dormir contigo

 

 

Una pareja alcanza cierto grado de madurez cuando dejas de oír roncar al otro. ¿Pero yo ronco?, te preguntarás clavando tu pupila en mi pupila del color de la Coca-Cola: pues sí, creo que todos lo hacemos. Dormir en sí tiene poco de sexy. Se nos abre la boca, se nos cae la baba, hablamos en sueños,  pataleamos. Mucho peor son esos que duermen boca arriba y no se cantean un milímetro en horas.


Cierto, si de pronto un día te despiertas con frío, ganas de ternuras o de sensaciones más fuertes, ahí tienes otro cuerpo, dispuesto para ti pero ya sabes que el aliento no olerá a brisa marina precisamente. El ser humano es así de asquerosillo.


Dicen los expertos que hay que dormir desnudos.  ¡Hala, que corra el aire! Los espermatozoides estarán más contentos y nosotras tendremos menos bacterias. Además, evitar temperaturas muy altas favorece la producción de melatonina, hormona de la juventud, y de la HGH, esencial para la reparación ósea y muscular. También se elevan nuestros niveles de cortisol, lo que ayuda a regular la tendencia a aumentar de peso y el envejecimiento.


Bajo mi punto de vista, dormir desnudo es algo muy sensual. Notas tu cuerpo, notas el roce con las sábanas y predispone a un despertar de los sentidos. Esto no lo dice ningún estudio, lo digo yo y quizá sea una apreciación subjetiva pero aquellos que amamos los olores, la dicha de tocar, morder y arañar, hallamos un placer único en ese órgano sexual que es toda nuestra piel. Estar en la cama sin ropa es otro placer más.  Por eso también huyo lo que puedo de las fibras sintéticas. Ahí estamos, en la plenitud de nuestros años pero rodeados de felpas, acrílicos y lycras. No, hombre, no.


 

Lo de “dormir contigo” tiene su gracia.  Es encantador acompasar tu respiración a la del otro pero llega un momento en que te hormiguean los brazos, el otro se duerme como un tronco, pesa como un tronco y acaba, sí, roncando como un tronco maléfico en tu oreja. Fin de la estampa romántica.  Hay que estar muy tonto y enamorado para que todo eso no te importe. ¿Amor significa no escuchar los ronquidos? Probablemente.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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