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Lola Gracia

Vivir en el filo

Vargas Llosa y el amor

 

Desde que Varguitas se ha enamorado de la Preysler no pienso en otra cosa. Esta pareja me sorbe el seso. He de confesar aquí y ahora que durante muchos años amaba platónicamente a Mario. Le conocí en una rueda de prensa con 23 años y cuando le conté que acababa de volver de Puerto Rico, de la Universidad de Río Piedras, emergió de su envaramiento habitual y sonrió con esa boca llena de dientes blancos. Me pareció que no había visto un hombre más elegante en toda mi vida. Luego prosiguió una alegre charleta sobre su estancia como profesor allí y ambos rememoramos el bello Campus que parecía un jardín tropical, el canto del coquí, el aroma de las frutas exóticas que flotaba en el aire húmedo, pegajoso y sensual de Puerto Rico. Ese aire que es casi melaza, casi fluido corporal procedente de las mieles del sexo.
Pero, a lo que iba, por fin el autor peruano vence su complejo de Edipo y decide emparejarse con un ejemplar femenino que en nada tiene que ver con su familia y ADN.
Está a punto de cumplir 80 años. La Preysler cuenta con 64, aunque no me atrevería a jurarlo. Ella está maravillosa, como siempre, y Varguitas ya no es lo que era. Pero tras ese envoltorio apergaminado late el fuego de las calles de Lima. Además, ya sabéis, que los caballeros siempre las prefieren más jóvenes y Preysler sigue siendo elegante y bella. Con sus cuidados y algo de photoshop llegará a los 80 mucho mejor que “el escribidor”.
Qué pena que haya desperdiciado media existencia empeñado en suplantar al padre, en lugar de ser un macho hecho y derecho del barrio de Miraflores. Imagino que Varguitas habrá tenido sus escarceos entre su primera esposa, su tía Julia (Que le inspiró la deliciosa novela “La tía Julia y el escribidor” y su segunda, su prima, Patricia. Entre sus esposas, Varguitas tuvo un affaire con la hermana de Patricia, Wanda, mientras seguía casado con la tía de ambas. Un lío.
Mi teoría es que Mario sólo estuvo casado con sus musas. Un matrimonio que ha durado toda una vida, alrededor de 50 años (La ciudad y los perros se publicó por primera vez en el año 1963). Ahora, traspasada la senectud y a punto de tocar la barrera de lo matusalénico, Vargas comienza su existencia real. Con todos los galardones del mundo en su haber, incluido su ambicionado Nobel, el autor de “Historias de la niña mala” lo mismo ha decidido colgar su oficio de escribidor y disfrutar de un amor maduro, pausado pero seguro que lleno de ímpetus y ardores.
Varguitas me decepcionó mucho el día que le pegó ese monumental corte a Julia Otero. Ella que tanto le admiraba y leía, cometió el error de alabarle en público, de decirle que tenía unos bonitos ojos. Un caballero le habría agradecido el cumplido pero el autor de “Pantaleón y las visitadoras” le tiró un estufío de agárrate y no te menees. Nunca le he preguntado a Julia, pero, vamos, me lo hace a mi y soy capaz de soltarle una colleja sideral.
Realmente, Varguitas se ha pasado la existencia encerrado en ese capullo endogámico, muerto de miedo y rodeado de una muralla de palabras e historias. Los escritores suelen hacerlo, están incapacitados para la vida real. En esta ocasión, mi idolatrado escritor nos da una lección imprescindible de valentía. Casi le he perdonado el desaire que le hizo a Julia Otero.

 

Eso sí, olvídense sus lectores de nuevas genialidades. Hoy,este titán de vocabularios y tramas, se va de vacaciones. Viva el amor.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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