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Lola Gracia

Vivir en el filo

Huevos, capullos y mariposas

 

Todos los artículos tienen su historia. Es la intrahistoria de las columnas.

Comencemos con una anécdota. Mi amigo Emilio me la regaló el otro día. Emilio contaba: “Mi abuela Pepa, con lengua viperina – y que se fue al otro mundo con 98 añicos — repetía mucho un dicho: “Crecen los años, mengua la vida; crecen las cejas, mengua la vista;  crecen las bolas, mengua la picha, pero cuando la picha mengua, crece la lengua y sigue la dicha”.

Las bolas tienen tantos nombres que podríamos aburrir. Realicemos un barrido somero: testículos, gónadas, huevos, cataplines, cojón, turma, criadilla.

Sorprende la fascinación por el huevo. Esas delicadas bolsas recubiertas con una piel fina, pelos y que contienen el germen de las generaciones futuras. Ya saben ustedes que apretar mucho la casquería resulta perjudicial. Igual que el calor extremo. Las generaciones futuras cada vez menguan más por la calidad del semen e, imagino, por la calidad de vida que nos toca en este destino.

Pero, a lo que voy.

Lo importante de los testículos, o cojones, no es toda la palabrería, ni el dolor que sienten ellos al atentar contra singular parte. No en balde, más de una nos hemos quedado con ganas de lanzar algo a semejante sitio, sabedoras de que puede equiparar en dolor a determinadas humillaciones. No en balde, yo que estoy aprendiendo lucha, he de confesar que hay una patada que nos enseñan y que va expresamente a la sagrada bolsita.

Lo importante, decía, es esa línea que divide los cataplines en dos, como un tatuaje, realizada con milimétrica precisión. “En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios”, que decía el tonto de Calixto.

Ustedes, mirénselo un ratito. Fíjense qué proeza del diseño. Increíble.

Pues bien, atentos. El ser humano se gesta en el vientre de la madre con dos estructuras. La estructura doble y la estructura única. Esa línea perfecta que ven los seres sexuados masculinos, es nuestra vulva vaginal en las mujeres. Esos labios son así, porque antes estuvieron unidos. Llega un momento de diferenciación. Los proto ovarios y proto testículos se transforman. Llegado determinado momento, o bien se reabsorbe el testículo, o bien, lo que se reabsorbe es el proto ovario. O bien se funde en una bolsa escrotal. O bien se mantiene la separación labial.

Hasta ese punto los hombres son en el fondo mujeres y las mujeres somos, en nuestro inicio más primigenio, hombres.

¿Y la gente se extraña porque haya personas que en ese proceso tengan cuarto y mitad más de uno con el cuerpo de otro?

El vello abundante es, normalmente, un rasgo masculino pero ¿Acaso no hay mujeres peludas y hombres lampiños? ¿Y qué pasa?

La naturaleza es sabia pero igual que un día el gazpacho te sale pasado de vinagre o el bizcocho corto de azúcar, también puede equivocarse en las dosis hormonales. Y ya tenemos el lío.

Pero créanme. Lío ninguno. Piensen que sus escrotos se hubiesen separado como alas de mariposa. Y, señoras piensen en sus vulvas cerradas, infladas, con una fina línea perfecta dividiéndolas simétricamente en dos.

La naturaleza está repleta de ejemplos. Nuestros órganos sexuales repiten patrones creados en otras áreas: en la flora, en la fauna, en la botánica.

No soy hombre ni mujer, sólo un ser humano

Hoy, que esa palabra carece de sentido dado el trato que estamos dando a otros compañeros de especie, debería estar más vigente que nunca.

El mundo debe dejar de mirarse el ombligo, o las gónadas, o la vulva.

El mundo debería desplegarse como alas de mariposa porque todos somos uno y todo lo que hago vuelve a mi.

 

La imagen es de AKA

http://www.studioaka.co.uk/

 

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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