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Lola Gracia

Vivir en el filo

Ellos y ellas

 

 

 

Hay un listado que circula por ahí. Cuando un hombre nos gusta, nosotras pensamos de él que es seductor, atractivo, elegante, sensual, erótico. Cuando alguna de nosotras le gusta a un hombre todo se resume en: “me la follaría”. Cierto, es un chiste malo, quizá con algo de realidad.
Un día charlando con una amiga comentamos acerca de esos hombres inolvidables y la conclusión nuestra es que permanecen en nuestro recuerdo no sólo porque sean seductores, atractivos, elegantes, sensuales y eróticos sino porque también pensamos como se supone que piensan en ellos. Porque el sexo era increíble, divertido, apasionado e incluso un poco bestial. Porque nos hacían sentir la única mujer sobre la faz de la tierra y, en resumidas cuentas, porque cuando los teníamos frente a frente, no tenían escapatoria. Que nos los follábamos, vaya.

Dejemos atrás ya los estereotipos de chicas igual a princesas Disney o bruja Maléfica y chico igual a Shreck o Príncipe Encantador.
Los hombres románticos, por experiencia, suelen ser los más burros y animalotes. Son esos que adoran el cuerpo de la mujer de principio a fin. Y son procaces y algo atrevidos pero hay un fondo de admiración, de encantamiento.

Luego está ese otro tipo de hombre que cuando hace el amor se mira en el espejo (puaj). Ese tío, perdonadme, jamás se entregará 100% a nadie. Se considera demasiado valioso incluso para estar en este vulgar mundo y lo único que hace es repartir migajas de lo que él considera que es su gran cuerpo, su gran amor y su gran placer. Es el gran estúpido. Si hace cosas románticas es para que lo alabes y en definitiva toda su vida persigue la aprobación de los demás. En el fondo es un pobre diablo. Se miente a sí mismo y se miente a los demás porque es incapaz de dar ni un sólo beso de amor verdadero, ya que estamos en clave de cuento.
En este caso, escribo basada en la experiencia y testimonios que escucho por ahí. Incluso en los comentarios que me hacen algunos señores que leen el punto G y que me consideran feminista ¡Valgame Dios!
Estereotipos aparte, cada uno es de su padre y de su madre. No sólo eso, cuando interacciona con otros, igual que un elemento químico cualquiera, reacciona y evoluciona, cambia. Yo he visto auténticos capullos del tipo soberbio-me-miro-en-el espejo, brotarle un atisbo de humanidad en los ojos e incluso lágrimas auténticas. Las de cocodrilo, por ciertos son su especialidad.
Elaborar tipologías no sirve de nada porque todos crecemos, evolucionamos e incluso cambiamos de gustos y de opinión y no pasa absolutamente nada. Es más, considero altamente sospechoso aquel que se mantiene fiel a todos y cada uno de los anclajes de su vida. Algo falla, sin duda. Porque en este mundo líquido todos cambiamos de gustos. Y bebemos lo mismo Agua Vichy, que Perrier o Pellegrino. Parecen lo mismo, pero no lo son.
Y si antes se llevaba esa mujer caprichosa que antes quería una cosa y después, otra. Ahora la cosa es distinta, dicen, que ellos prefieren a las señoras duchas en el arte de la conquista y, casi como en todo, la clave está en el equilibrio: seducir pero no insistir ¿Esto no creéis que también vale para vosotros?
En el fondo, todos deseamos que nos quieran. Todos queremos gustar, todos deseamos tener el valor para dejarnos llevar cuando llegue el momento. A todos nos encanta la ironía, el buen humor, la naturalidad y los buenos modales en la cama.
La verdad, verdadera es que cada cual tiene su corazoncito. Y los chistes, chistes son.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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