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Lola Gracia

Vivir en el filo

El triunfo de la tontería

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La actualidad me aburre. Siempre lo hace.  Aunque la realidad supera la ficción, los cachitos de lo que se supone que nos interesa cada día se alejan  cada día más de lo que me interesa. La estúpida noticia del fin de las azafatas en la Fórmula 1 por considerarlas un símbolo machista me produce bostezos. Tanta corrección política acabará con la libertad de expresión. De hecho, ya lo está haciendo, por eso nos fascina Juego de tronos: sangre, sexo, sudor, guerra, muerte, cenizas. Y las pobres chicas azafatas, que eligen ese trabajo porque pueden, porque son monas y porque ganan en cuatro días lo mismo que yo en cuatro meses, a comerse los mocos (perdón, sé que suena fatal, pero me las imagino con su permanente de pestañas, su perfección física, sus horas de gimnasio y sus uñas de gel tirados a la basura). Están indignadas, no me extraña.

Vale, ya sabemos todo eso de que puestas donde están, en un pódium, al lado del champagne y la corona de olivo las convierte en regalo más para el vencedor. Pero no lo son. Están ahí para la foto. Y punto. Si hay futbolistas, ciclistas, motociclistas, tenistas o corredores que las magrean, besuquean y se pasan de la rosca, ellas tienen manos para pararles las osadías. Pero qué manía tienen algunas de querer que la mujer sea esa víctima desvalida. Me niego a que ningún movimiento que ve agresión por todas partes me defienda. No lo necesito. Y como yo, la mayoría de nosotras.

En los lamentables casos de maltrato físico y agresión en parejas lo que hay es una flagrante falta de educación en valores y una construcción cultural que algunas aceptan sin rechistar y las convierte en sumisas. No olvidemos que toda víctima necesita de su victimario. Y sin ambos, la agresión no se consuma. Luego se suceden las adicciones al drama, los círculos concéntricos de “me quiere, aunque a veces se pase” y toneladas de falta de autoestima por parte de ambos. Porque hay que tener muy poco amor a uno mismo para maltratar a la persona que supuestamente quieres y cero amor a ti misma para permitir que,aquel quien dice quererte con toda su alma,te machaque la cabeza y las costillas.

Caso muy distinto es esa moda deleznable, entre algunos energúmenos, de violaciones múltiples. Drogas a tu compañera de cuartel y a follársela entre todos.  Resultado de la sociedad del juego en la que vivimos, donde no sabes si vives o pasas pantallas; donde el porno feroz reduce a la mujer a mero receptáculo de fluidos, laceraciones y golpes. También en este caso existe una flagrante falta de educación, ya no en valores, sino educación a secas. Los hay tan mendrugos que son incapaces de distinguir la ficción de la realidad. Y en la realidad hay consecuencias. Espero que castiguen a todos esos malnacidos, después de un juicio justo, eso sí.

Las mujeres de Juego de tronos son poderosas, incluso un poco maquiavélicas. Ese empoderamiento es al que hay que aspirar y si soy poderosa y estoy buena y quiero ser azafata de Fórmula 1 o de las carreras de mi pueblo, que lo pueda hacer sin que venga ninguna organización a joderme el presupuesto anual. Y si hay azafatos, mejor que mejor.

De verdad, pero cuanto me aburre todo esto. Me parece más interesante Carlos Canales, que hablará las posibilidades de la inmortalidad del hombre en el ciclo Universo Líquido, o, por supuesto la reina de Meereen, de Juego de Tronos: amorosa y justa, respetada y amada a pesar de la brutalidad de los hombres.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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